La francesa Marion Bartoli ganó este sábado el torneo de Wimbledon al batir con autoridad en la final a la alemana Sabine Lisicki en dos sets por 6-1 y 6-4.
La victoria de Bartoli, de 28 años, supone una gran sorpresa ya que la 15ª del mundo partía muy lejos del abanico de favoritas hace quince días. Su victoria se pagaba 125 a 1 por los apostadores.
La francesa, que ahora tiene 28 años, empezó a entrenarse a los seis en Retournac, un pueblo de 2.700 habitantes del centro de Francia, en el que sólo disponía para jugar de un gimnasio minúsculo.
Tanto la marcó la estrechez de ese espacio, que de esta forma desarrolló un juego peculiar, muy tendiente a subir a la red y agresivo, y agarrando la raqueta con las dos manos tanto en el revés como en el drive, como su admirada Mónica Seles.
Dirigida por su padre Walter fuera de toda estructura federal, Marion Bartoli tardó tiempo en alcanzar el máximo nivel, un problema que ella atribuye a la preferencia dada a los estudios en su adolescencia.
"Yo no tenía el proyecto de ser profesional hasta mi victoria en el US Open juniors con 17 años. Tenía más facilidad en la escuela que en el tenis", explica una chica que "siempre quiso ser la primera" y que consideraba una catástrofe sacar en el colegio una nota de 19,5 sobre 20.
En sus primeros pasos en el circuito profesional, sorprendía por estar siempre con su padre, formando un dúo muy exclusivo que le impidió durante mucho tiempo entablar relaciones con otras jugadoras.
Durante ocho años, se negó a jugar con la selección francesa de Fed Cup porque su padre, del que no quería separarse, no tenía derecho a acompañarla. Finalmente, volvió al equipo el pasado abril.
Por otro lado, siempre ha destacado por su brillante inteligencia, manifiesta en su capacidad para resolver Sudokus de nivel 7, su afición a pintar cuadros en sus horas muertas o su facilidad para hablar un inglés perfecto.
"Tal vez no soy lo bastante rubia"
En internet, Marion Bartoli ha sido blanco de las burlas del peor gusto por su sobrepeso o su recargada vestimenta en las sesiones de entrenamiento, o por su preparación previa a los partidos, en la que da golpes con la raqueta al vacío, y no a la bola, como acostumbra desde muy pequeña.
Durante un tiempo, la tenista tuvo dificultades en encontrar patrocinadores.
"Soy la undécima jugadora mundial, pero voy a comprarme las zapatillas y la ropa en la tienda, como todo el mundo. Tal vez no soy lo bastante rubia, alta o delgada", dijo en 2010.
La jugadora siempre alimentó el sueño de ganar un torneo de Grand Slam, por lo que decidió de pronto cambiar su método a comienzos de este año.
Con muchos sobresaltos, la joven se emancipó de la tutela de su padre Walter, por consentimiento mutuo, insiste, en una primavera mediocre en las pistas pero determinante en su vida.
De regreso al equipo de Francia, ahora cuenta con apoyos como Amélie Mauresmo, campeona de Wimbledon en 2006. Rodeada de una auténtica "guardia pretoriana", este sábado se la veía feliz, disfrutando el mejor momento de su carrera en el Court Central de Wimbledon, ante los ojos emocionados de Walter, que ha vuelto a su simple condición de "papá".