Blur confirmó fecha en Montevideo. Quien desconfíe, lo puede ver en la portada del sitio oficial. La banda londinense tocará en el festival Primavera 0 el 4 de noviembre –así que si obviamos el desembarco de Chuck Berry y nos concentramos en lo increíble que estuvo el recital de los Black Keys, podemos afirmar que estamos ante uno de los mejores años musicales de Uruguay, un año en el que hay que ser rico para ir al supermercado pero, mamita, cuanta buena música está infectando la capital-.
El melómano medio, conoce el sólido documental No Distance Left To Run, sobre Blur, y obviamente vio Live Forever: The Rise and Fall of Brit Pop, una obra que narra el auge y la caída de la nueva ola exportable de música británica. Así que desde aquí no me concentraré en hechos (si vos no los viste: están en youtube con subtítulos, loquín). Quien quiera hechos que lea la ficha de la Rolling Stone. Como de costumbre, en esta página, en tu pantalla, habrá plena arbitrariedad.
Aunque sé que Noel Gallagher tocó con Damon Albarn y Graham Coxon hace unos días en el Royal Albert Hall para recaudar dinero para la Teenage Cancer Trust, aunque tengo presente eso y que el duelo entre las bandas de los muchachos de Manchester y los niños de Londres ya pasó y se enfrío, igualmente quisiera argumentar a favor de Blur.
Quien le haya prestado sus oídos a Parklife (1994), The Great Escape (1995), Blur (1997) o hasta alguna canción de 13 (1999), no necesita ser evangelizado. Estas líneas son para los “otros” (permeables), y para los jóvenes y los adultos que no le prestaron atención a Blur en su momento. ¿Qué hace que Blur se imponga sobre Oasis?
1. Carecen de Liam Gallagher. Blur tiene a un frontman libre de voz nasal, que exhibe más recursos como intérprete, no le teme al ridículo y se ha lucido como compositor en Blur, Gorillaz y el resto de sus emprendimientos lúdico-comerciales –que son varios-. Blur tiene a un músico tras el micrófono, Oasis al precario hermano de un músico.
2. A pesar de que Blur es comparado con The Kinks, para su favor y su desgracia, poco tienen que ver con la mítica banda de los hermanos Davies. En cambio Oasis es un subproducto (con bellas canciones) de los Beatles.
3. Graham Coxon. Blur tiene al guitarrista -cantante de reserva- y compositor más geek e increíble de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Si me viera forzado a destacar a dos violeros por sus aportes (la variable del virtuosismo se la dejamos a los pendorcho-metaloides y a los insensibles) al instrumento que aman, imitando un reflejo, con actitud de Uruguay Catalogne, diría: Tom Morello (Rage Against the Machine) y Graham Coxon. Las improbables texturas de Coxon, la atonalidad dosificada y sus solos eran impensables, imposibles, en el contexto del pop, y el loco va a contracorriente de lo obvio mientras embellece y embarra tracks.
4. Sus canciones. Los fans y ese impreciso colectivo denominado “los críticos” coinciden en que el mejor álbum de Oasis es (What’s the story Morning Glory? (1995). Ok, tiene canciones increíbles: “Wonderwall”, “She’s Electric”, “Champagne Supernova”, por nombrar un puñado. ¿Pero no se está ante un experimento retro? ¿No estamos escuchando a unos jóvenes que juegan con cadáveres, con cosas que hicieron mejor antepasados cercanos? En cambio, quien se enfrente al álbum Blur (1997): ¿no puede apreciar cómo incorporan elementos de su tiempo a la tradición pop británica Damon Albarn & compañía?
5. Sus canciones (parte II). Porque cuando edifican desde lo retro son tan sólidos como Oasis, y es más difícil ubicar la(s) referencia(s). Recuerdo una frase que dijo Charly García en una conferencia de prensa, por mis años de Justicia Infinita: “el que le roba a uno es un gil, el que le roba a todos: un genio”.
Las opiniones vertidas en las columnas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente posiciones del Portal 180.