Miguel Ángel Dobrich

Como buen excéntrico, no veo la excentricidad

Entre la múltiple oferta del Festival de Cine de Montevideo se destaca Moonrise Kingdom, un film de Wes Anderson a tener en la videoteca

Actualizado: 26 de octubre de 2012 —  Por: Miguel Ángel Dobrich

No escondo la debilidad que siento por el trabajo de Wes Anderson: amo Rushmore (Tres es multitud), Los Excéntricos Tenenbaum y La Vida Acuática. También siento un profundo cariño por Bottle Rocket, Hotel Chevalier, Viaje a Darjeeling y El Fantástico Sr. Fox.

Hasta Moonrise Kingdom podía afirmar, cual escolar exigido por una maestra veterana, que la filmografía del realizador estadounidense trabaja con familias disfuncionales, que está poblada de personajes dedicados a ocupaciones excéntricas (o que se ocupan de forma excéntrica de sus ocupaciones) y que plantea problemas y discusiones filosóficas que hacen oscilar a las historias entre la tragedia y la comedia.

Ante esa descripción, entre bizcocho imaginario y bizcocho imaginario, la maestra que no existe me reprobaría sin argumentar su fallo. En silencio podría pensar: “me descubrieron”. Con seguridad, estaría de acuerdo con ella (con ella que no existe y, en consecuencia, estaría de acuerdo conmigo y, por lo tanto, nada de esto tendría sentido, bah, no tendría sentido para ustedes pero sí para mí: ya que soy quien combate la página en blanco y, vaya a saber por qué, intuí que era necesario este jueguito de especulación para llegar a buen puerto). Retomo: estaría de acuerdo con ella porque tal síntesis, tal descripción puede ser útil para muchos cineastas. Para muchos hijos de Wes Anderson o para sus clones (ante la duda, ver Yo Amo Huckabees) . Para ser honesto, ya no sé si Anderson se cansó de sí mismo, si creció, si crecí yo o si envejecimos ambos. Pero ya volveré a eso.

Moonrise Kingdom narra la aventura que viven dos púberes (un scout huérfano y una jovenzuela que ama sus libros y odia a sus padres) en una isla de Nueva Inglaterra. El film es una pieza de amor adolescente y desamor adulto, y cuenta con el obsesivo cuidado por el detalle que hace memorable a las obras de Anderson.

La filmografía de él vive del control: del control del color, del sofocante trabajo del director de arte, del diseño de vestuario, de la elección de una tipografía determinada y la banda sonora perfecta, de la colaboración con amigos y de apostar a actores que puedan funcionar en dramas y comedias, y entre esos dos géneros.

Moonrise Kingdom cuenta con los pequeños y esenciales roles de Jason Schwartzman (el scout primo de un scout) y Bill Murray (el padre de la teen en fuga), dos nombres claves en la obra andersoniana. Digamos que el único que faltó fue Owen Wilson y, en su lugar, se sumó: Edward Norton, Tilda Swinton, Bruce Willis, Frances McDormand y Harvey Keitel.

Pero no quiero ramificar más a un texto que pide poda. Si tras ver el largo, yo volviera afirmar lo que desprevenidamente (o en busca de la aprobación de docentes imaginarios) afirmé, sería un no-crítico injusto. Ok, no niego el tono melancólico de la película ni que conmueve con su humor inocente. Tampoco ignoro las disfuncionalidad de la vida familiar de los protagonistas (en paralelo pregunto, ¿existe la funcionalidad familiar?). Y aquí es donde debo discrepar conmigo y en donde vuelvo al paso del tiempo: crecimos o envejecimos junto a Wes Anderson. Algo cambió en el trabajo del director de Rushmore.

Las criaturas que pueblan y le dan sentido a Moonrise Kingdom no son excéntricas ni ejercen o llevan su vida con excentricidad; lo hacen con amor (aún cuando no son amados). Precisar esto “salva” a los personajes de Wes Anderson y al propio Wes Anderson o, en el peor de los escenarios, explicita una verdad que nos llevará al acolchonado sillón de un terapeuta de la gestalt, ya que los excéntricos jamás ven la excentricidad en su accionar o en el accionar ajeno.

Aplauso de dorso para los novatos Kara Hayward y Jared Gilman: Sam y Suzy merecen un lugar en el podio junto a Royal Tenebaum, Max Fischer, Herman Blume y Steve Zissou.



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