El documental está disponible en la web de Televisión Española.
Cosima investigó durante tres años algunas leyendas urbanas, como que las medias de nylon de antes no se rompían o que las lámparas incandescentes duraban más. Detrás de esas leyendas Cosima encontró hechos y una decisión explícita de la industria de acortar la vida útil de los productos para aumentar las ventas.
Cosima habló con No toquen nada y explicó que esta forma de diseñar los productos de consumo se la conoce como “obsolescencia programada”. “Es un concepto que tiene que ver con cuánto duran los productos. Estamos en una época de mucha sobreproducción, entonces a la industria le interesa que las cosas no duren mucho. Si duran una vida muy corta, las tenemos que reemplazar continuamente y hay más movimiento en la economía”, explicó.
Esto comenzó en los años 20 cuando los niveles de producción eran tan altos que la gente no podía comprar todo lo que se sacaba al mercado. “Entonces se inventó este concepto con la idea de en vez de producir menos, vamos a vender más”, afirmó.
Una lámpara centenaria
El destacamento de bomberos de Livermore en California, Estados Unidos, aloja a la lámpara incandescente más antigua del mundo. Allí tienen una lámpara funcionando desde 1901. En junio cumplió 111 años en perfecto estado.
La lámpara es un punto de interés turístico de la ciudad e incluso se puede ver por internet a través de una webcam que instaló el destacamento de bomberos. De momento se rompieron dos webcams y la lámpara va por la tercera.
Pero ¿qué sucedió para que las lámparas tengan una duración breve? Cosima cuenta que los fabricantes se pusieron de acuerdo en limitar la vida útil de las lámparas a 1.000 horas y es el primer caso de la obsolescencia programada que está documentado. “En los años 20 los fabricantes sabían hacer bombillas que duraban hasta 2.500 horas. Hicieron nunca conferencia y se pusieron de acuerdo en que las bombillas debían durar solo 1.000 horas, más o menos un año en el uso normal. Todo el mundo firmaba un contrato y si una empresa hacía bombillas que duraban más, las multaban. Así poco a poco por los años 40 todos los fabricantes pasaron a hacer que duraran 1.000 horas y se ha mantenido hasta ahora ese sistema”, explicó.
El filamento de las lámparas fue inventado para que durara. Pero en la navidad de 1924, cuenta Markus Krajewski –investigador de la Universidad Bauhaus- en el documental, los principales fabricantes (como Philips y Osram) se reunieron en Ginebra y formaron el primer cártel mundial para controlar la producción de lámparas. El cartel se llamó Phoebus.
En 1925 se creó el “Comité de las 1.000 horas” para reducir técnicamente la vida útil de las lámparas.
Un documento del cártel que demuestra su existencia, dice que “la vida media de las lámparas no debe ser garantizada, publicitada u ofrecida por otro valor que no sea 1.000 horas”.
Cuando se inició el cártel en 1924 las lámparas tenían una duración de 2.500 horas. Dos años después la duración bajó a menos de 1.500. Para 1940 el cártel logró su objetivo: una lámpara estándar duraba 1.000 horas.
Algo similar ocurrió con las medias de nylon. En 1940 la industria química DuPont inventó una fibra sintética revolucionara: el nylon. El documental cuenta que cuando comenzó la fabricación de las medias de nylon, los trabajadores se las llevaban a sus mujeres y novias para que las probaran. Eran medias muy resistentes.
Pero el orgullo de los ingenieros que crearon un producto resistente de buena calidad duró poco. Si las medias no se rompían, los fabricantes no iban a vender mucho. DuPont dio instrucciones a sus ingenieros para que crearan una fibra más débil que se pueda romper con mayor facilidad.
Ejemplo actual: las impresoras
Hoy se siguen fabricando productos para que se rompan. Una práctica muy común en las impresoras. “Todavía se hacen cosas que están diseñadas para que no duren mucho. Esto se ha dado mucho en la electrónica porque puedes poner un chip que cuenta días o páginas de impresoras y luego dice: ‘ahora no puedo más’. Entonces pueden ‘hacer creer’ al aparato que están bloqueados. En el documental se ve cómo una impresora estaba programada, la desprogramamos y vuelve a funcionar”, afirmó la directora.
Las impresoras hogareñas como las Epson, Canon, HP y demás marcas, dejan de funcionar voluntariamente mostrando un mensaje de error y nos dicen que sólo el servicio técnico es capaz de repararlas.
Sin embargo, en el servicio técnico nos dicen que sale más barato comprar una nueva impresora que repararla. Este problema sucede por lo siguiente: las impresoras tienen un contador que va registrando la cantidad de hojas que van imprimiendo. Los fabricantes lo hacen por dos razones: una para estimar cuándo el cartucho se queda sin tinta y avisarnos que tenemos que sustituirlo, y otra, en el caso de las impresoras de tinta líquida, para limpiar los excesos de tinta que recogen unas esponjas (el fabricante dice que hay que limpiar esas esponjas para que nuestro escritorio no quede lleno de tinta).
Dependiendo del fabricante y del modelo, puede poner estos niveles, por ejemplo, en 600 hojas por cartucho y 5.000 hojas para que haya que llevarla al servicio técnico.
El problema es que los fabricantes no nos sugieren, sino que nos obligan a sustituir los cartuchos o llevar la impresora al servicio técnico en base a una estimación y no a un dato real del estado de la impresora.
En internet se encuentran métodos para resetear los contadores de las impresoras.
Estos tres casos que aparecen en el documental (las lámparas incandescentes, las medias de nylon y las impresoras) ponen de manifiesto las decisiones deliberadas de la industria para limitar la vida útil de los productos.
Demodé
Sin embargo, en el documental se habla de otra forma de obsolescencia programada incorporada a nosotros: la moda.
“Hemos asumido la obsolescencia programada en nuestras cabezas. Entonces muchas veces algo se rompe o funciona pero lo miramos y pensamos que nos gustaría algo nuevo. Estamos de esta manera también manteniendo el sistema”, afirmó.
El documental fue emitido por primera vez en Televisión Española en enero de 2011. Desde ese momento ha recorrido el mundo y ha ganado múltiples premios en España, Australia, Japón, China y Brasil.
Cosima contó cómo fue la repercusión del trabajo. “Las reacciones eran bastante fuertes. Ahora me llegan emails de estudiantes, de diseñadores, en el España hemos hecho muchas presentaciones para ver cómo podemos actuar en forma diferente como consumidores. En Alemania hay una página web donde están recolectando más casos. Creo que a mucha gente le ha gustado porque ha confirmado esa sospecha sobre el tema”, contó.
La directora ha estado en más de 50 festivales y cuenta que siempre hay mucho debate sobre cómo se puede cambiar y qué puede hacer cada uno.
Cósima considera que hoy hay mayor conciencia sobre los problemas ambientales y para la economía familiar que acarrea la obsolescencia programada.
Además hoy hay más cuestionamiento de los ciudadanos.
A través de internet hay mucha gente que está cuestionando la calidad de los productos que compran, o en el caso de las impresoras se encuentran foros que enseñan a solucionar las fallas programadas por los fabricantes.
También inician demandas colectivas contra los fabricantes como ocurrió con la corta duración de la batería de la primera generación de iPods (el reproductor de música de Apple) que para solucionarlo Apple decía que había que tirar el iPod viejo y comprar un nuevo iPod porque no hacía reemplazos de las baterías.
Los clientes perjudicados demandaron colectivamente a Apple y ganaron el juicio. Hoy la batería de los iPods se puede reemplazar por otra original sin tener que tirar el aparato.
La realizadora del documental “Comprar, tirar, comprar” está esperanzada en que las cosas cambien. “Hay más conciencia de que los recursos no son ilimitados, de que los materiales se van acabando, de que el aire no es tan limpio. Creo que la conciencia va creciendo. En los años 50, cuando estaba toda esta locura del consumismo, nadie pensaba en esto. Ahora hay una generación de gente de negocios, de diseñadores, que está trabajando en otra dirección”, señaló.
(En base a un informe de Gabriel Farías, de No toquen nada)