_ “Estamos hablando de gente que asesinó a sangre fría a un maestro de 68 años. No me vengan a hablar de ‘pobres viejitos”.
_ “Y lo torturó, previamente, antes de asesinarlo.”
_ “Y cuya causa del asesinato fue que estaba ayudando a sacar información de lo que estaba pasando en Uruguay, un país que estaba bajo una dictadura y un gobierno ilegítimo, y que estaba ayudando a escapar a gente perseguida vía la Embajada de México. Para mí eso es valentía, es valor, y me admiro del coraje tranquilo de gente como mi abuelo. Eso es jugársela. Porque ahí no había ni armas ni escondites ni nada. Era jugársela por salvar gente y porque en el resto del mundo se supiera lo que estaba pasando”.
Así se expresaban Hebe y Ariel, la hija y uno de los nietos de Julio Castro. Hacía pocas horas se habían enterado de que los restos hallados en el Batallón 14 pertenecían al maestro Castro, que fue secuestrado en Montevideo cuando tenía 68 años.
El jueves 2, a la tarde, un rato antes de esa conferencia, la familia de Castro visitó el Batallón 14. Allí los recibió el Ejército y se vivió una escena que fue captada por la televisión: el saludo natural y sencillo de un soldado y la respuesta natural y sencilla de la familia Castro. Respeto mutuo en un momento tremendo.
Entrevista de Joel Rosenberg y Ricardo Leiva con Ariel Castro, en No toquen nada, de Océano FM.
Joel Rosenberg: A partir de esa imagen queremos preguntarle varias cosas a Ariel, el nieto de Julio Castro, que es ingeniero agrónomo y profesor en la Facultad de Agronomía en Paysandú, tiene 48 años.
Ariel, contame un poco. Ustedes, los familiares, pidieron a la Justicia para ir al Batallón.
Ariel Castro: Sí.
¿Cuál fue la razón?
Yo quería ir pero además mi tía insistió mucho. Mi tía vive en Mercedes. Ella quería hacer todas las cosas y quería irse de Montevideo, volverse a Mercedes, con su marido, con su nieto, desenchufarse para ir decantando. Incluso su primera intención era volverse a las ocho de la noche. Y en la medida que iba corriendo el día nos dimos cuenta que era un disparate y al final se quedó esa noche y se fue el viernes de mañana. Pero ella quería hacer las cosas, era lo más importante para ella, y quería hacerlo rápido, y con mi hermana nos miramos y dijimos “sí, vamos”. Entonces fuimos.
¿Cómo fue cuándo llegaron? ¿Quién y cómo los recibió?
Mi hermana iba en su auto con mi prima, yo iba en el auto nuestro con mi tía y con Rosario, la abogada, y adelante iba un vehículo oficial, porque era necesario que hubiera un vehículo oficial, porque era del Ministerio de Defensa. Y pasaron primero por Humanidades a recoger a uno de los dos antropólogos para que nos guiara, Octavio, no me acuerdo el apellido, y ellos iban adelante. Llegamos ahí, nos bajamos de los autos, saludamos. Yo a Octavio no lo conocía. Y bueno, estaban ahí un oficial y dos subalternos. No me acuerdo bien los grados. Y dos de tropa, pero no sé identificar. Y vinieron, se acercaron y yo ahí fui, le di la mano, saludé, los saludé a los tres, y nos acompañaron.
Ricardo Leiva: ¿Habías pensado sobre ese momento o fue algo espontáneo que se dio naturalmente?
No, no lo había pensado. Para mí era una cosa natural. Después lo pensé, primero cuando un amigo me llamó esa noche, me comentó, y después, yo me volví para Paysandú el viernes de madrugada, o sea, me levanté a eso de las seis y media, y me vine manejando solo, y venía escuchándolos a ustedes un ratito mientras tenía alcance, y después ya estaba en la parte donde en las subidas los escuchás y en las bajadas no, pero me llamó la atención que Joel hiciera la misma referencia. Y mi hermano me mandó un mensaje, que los estaba escuchando, también diciendo “escuchá”. Y después me quedé pensando en eso, y por eso les mandé ese mail diciendo que me había llamado la atención la reflexión de Joel.
Joel Rosenberg: Claro, yo decía más temprano, no para hacerme el humilde, qué poco relevante mi reflexión al respecto, sino lo que vos ves o sentís o reflexionaste después cuando saludás a un soldado. Porque en parte de lo que se habla, de la recuperación de la paz social en el país, hay protagonistas que son esenciales. Obviamente después de enterarse de lo tremendo, de lo aberrante que se estaban enterando, el saludo fue natural y espontáneo. ¿Qué veías vos en esos soldados que hoy en día integran el Ejército Nacional?
Yo lo que vi ahí era tres ciudadanos que estaban cuidando el lugar donde se habían encontrado los restos de mi abuelo y sinceramente la actitud que tuvieron en todo momento fue de colaboración, de respeto, circunspectos si se quiere, pero una cosa muy sobria. En algún momento creo que le preguntamos alguna cosa y contestaron que ellos se mantenían en reserva, pero en el sentido no de reserva agresiva sino al contrario, respetuosa. Yo me sentí en todo momento así. Después lo comentábamos con mi tía. Yo lo que vi es a tres ciudadanos armados, financiados por todos nosotros, que lo que estaban haciendo ahí era, no sé si protegiéndonos a nosotros sino protegiendo ese lugar para que no entrara nadie. Yo lo vi así, yo lo sentí así, y fue lo que creo que en su actitud me transmitieron. No tengo ningún derecho a implicarlos en cosas… Si hay otra gente que los implica en cosas que ellos no tienen nada que ver, es problema de esa gente.
No sé qué edad tendría el oficial, capaz que tenía 36 o 37 años. Estamos hablando de un hecho que ocurrió hace 34 años. ¿Qué tiene que ver? O sea, sería un atrevimiento de mi parte involucrarlos simplemente por el hecho del uniforme. Es como si acá en Facultad de Agronomía hubieran ocurrido, y han ocurrido cosas durante la dictadura, y yo fuera responsable de esas cosas. No, no tengo nada que ver. O sea, para mí fuera normal. Me sentí tranquilo y cómodo y saludé a tres caballeros que estaban ahí cuidando el lugar, nada más.
Hubo una diferenciación bien gráfica que escuchábamos recién que vos hiciste luego en la conferencia de prensa a propósito de los que llamaste, “no me vengan con los pobres viejitos”. ¿Quisiste marcar la diferencia?
No, no. Te aseguro que no estaba pensando… ¿Por qué no estaba pensando? Porque lo que ocurrió allí en el Batallón fue absolutamente normal, natural, como decías tú. Fue así. Terminamos, saludamos cuando nos fuimos. Curiosamente fue una cosa dolorosa ir ahí pero a su vez nos permitió al estar ahí solos en ese lugar, Octavio nos dio una pila de información.
Es increíble el trabajo que hace. Yo digo: ustedes no se dan cuenta lo que es estar en esa selva, en ese lugar, tres años haciendo pozos, solo encontrando frustración, hasta que finalmente encontraron algo. A mí me genera una admiración brillante. Pero aún así la humanidad y la simpatía de Octavio dándonos todos los datos, conversando. Incluso en algún momento decía “yo no sé si quieren que profundice en estos datos, no quiero escarbar la herida”. Pero no, fue un momento muy tranquilo. Nos sirvió a nosotros además para decantar, estar ahí solos en el campo. Ya te digo, contenidos, acompañados, bien. Entonces, después, lo de la conferencia de prensa era completamente distinto y tenía que ver con cosas que sentías durante todos estos años, durante estos últimos años, escuchar, escuchar y escuchar cosas que en el fondo eran agresiones, agresiones y agresiones.
Claro, pero una de las frases es del propio Presidente Mujica.
Sí, sí. Yo se lo dije y mi tía también, y mis primas. Nosotros tuvimos una reunión muy franca, muy sincera, con Breccia, Javier Miranda y la licenciada Jorge. Cuando nosotros llegamos a Presidencia nos llevan para arriba y tuvimos ahí una reunión, y después cuando bajamos estaba todavía la prensa esperando, que yo la verdad pensé que no iba a haber nadie. Y ahí fue que hicimos esa especie de mini conferencia de prensa. Y nosotros las cosas que dijimos ya se las habíamos dicho y con algún detalle más.
¿Y cuál fue la respuesta? ¿Cómo recibieron esas críticas?
Bien. Ya te digo, fue una discusión en el buen sentido, muy franca, muy sincera, muy honesta, con afecto si se quiere pero con firmeza. Nosotros no fuimos a esa reunión solo a llorar, fuimos a decir unas cuantas cosas, porque si bien la sorpresa era muy fuerte y la veníamos de hace unas horas digiriendo, nosotros en este tema, estamos muy en este tema, y tenemos muy frescos los detalles y tenemos muy frescas las frustraciones porque esto después de que sale el informe de la Comisión para la Paz, han sido ocho años de aspectos judiciales uno atrás del otro.
Primero el juicio civil, que tuvo su fallo definitivo en 2009, y después el juicio penal. Que eso nosotros lo dijimos al arranque de la conferencia de prensa, y para nosotros el eje era el Poder Judicial y queríamos expresar nuestra confianza y nuestro apoyo total, nuestro agradecimiento a cómo el Poder Judicial se había portado en todo este proceso. Por eso también nosotros insistimos ante el juez, y el juez compartió y llamó al vocero de la corte, Oxandabarat, que vino inmediatamente y armaron un informe oficial del Poder Judicial que nosotros queríamos que saliera antes y primero, porque eso es lo firme.
Vos mencionabas al pasar lo de la Comisión para la Paz. También hubo comentarios duros, fuiste vos inclusive el que los dijo, que ahora fueron contestados por Carlos Ramela, el integrante de la Comisión para la Paz en representación de Jorge Batlle, presidente de la República en ese momento. Y decía: “Es tremendamente injusto y es erróneo considerar que la Comisión para la Paz mintió u ocultó información sobre la muerte y destino de los restos de Julio Castro”. ¿Era la Comisión que mintió, quisiste decir vos, o que le mintieron a la Comisión?
Yo después lo contesté en Montevideo.com porque fue donde salieron primero las declaraciones de Ramela. Yo enseguida me contacté: “quisiera contestar”. Yo creo que acá en todo el tema de la Comisión para la Paz hay varias cosas. Digo, no solo salió Ramela, salieron muchos representantes del poder político, del Partido Colorado, del Frente Amplio, incluso, Bayardi, a decir que había que considerar el contexto. Yo lo dije y lo reafirmo… Primero dije una cosa que estaba mal, dije que era todo mentira. No, en el informe dice que lo enterraron, esa debe ser la única parte cierta de todo el informe. Esa es la única parte cierta, todo lo demás es mentira. Pero además hay otra cosa: la Comisión para la Paz cuando cita la conferencia de prensa del 13 de diciembre del 2001 dice que el caso estaba resuelto a los efectos de la Comisión para la Paz. Entonces la Comisión para la Paz valida esto y firma esto. Yo no creo, honestamente, no creo que ni Ramela ni el resto de la Comisión para la Paz mintieran deliberadamente, pero la Comisión para la Paz avala un conjunto de mentiras y le pone su sello. No dice “una manga de mentirosos nos dijeron esto, pero la verdad que no sabemos”. No, lo avala y lo difunde. Y todo lo que dice ese informe, salvo ese detalle que dije, resultó ser mentira. Cuando yo digo eso, el problema es que un Juan de los Palotes dice que la Comisión para la Paz mintió. ¿Cómo va a decirle eso a la Comisión para la Paz? Lo que me hubiera gustado es que la Comisión para la Paz saliera a decir “nos mintieron, nos engañaron”. ¿Dónde está la ofensa? ¿En lo que yo digo que es verificable o en los que mintieron a la Comisión para la Paz? Acá el problema es más grave. Acá el problema es que la Comisión para la Paz es una muestra más de un enfoque totalmente equivocado de este tema.
Yo ayer busqué la información, hay un libro que se editó si no me equivoco a fines del 2004, es un libro gordo que tiene toda la información que hay sobre desaparecidos y detenidos en Uruguay. Siempre hay un agregado que dice, en este caso de tu abuelo, dice “según la información recibida”. ¿Eso no alcanza?
Pero hay una cosa importante: cuando la Comisión para la Paz en esa conferencia de prensa que te decía, dice eso, el día anterior primero tenían una entrevista con los familiares, y ahí se le dio a mi padre mucha más información. Y claramente ese tema de los restos quemados no estaba. Directamente cuando lo dijeron, dijeron “esto no está para nada verificado” y algo así como que “no le creemos”. Después eso fue transformándose en el punto que más difundía. Esto es una cosa que en periodismo yo no entiendo por qué, me parece que era lo más importante del fallo en primera instancia del juicio civil, tocó que nos habían dado la razón y que había una compensación económica pero no tocaron esto. El fallo en primera instancia del Poder Judicial dice: entre las causas de daño moral a la familia la Comisión para la Paz. El informe de la Comisión para la Paz y todo el proceso de la Comisión para la Paz es un motivo más de frustración y dolor para la familia. Eso, después el fallo, según la instancia del Tribunal de Apelaciones, lo levanta. Esa es la única parte que corrige el Tribunal de Apelaciones, es lo único, pero yo creo que con los acontecimientos del jueves queda claro que el fallo en primera instancia era el correcto, y no el de segunda instancia. Entonces eso para mí también es importante.
Todo el mundo me habla de las condiciones en las que trabajó la Comisión para la Paz. La Comisión para la Paz básicamente tenía unas dos firmas que representaban los dos actores políticos más importantes del Uruguay en ese momento. Porque si hablaba Ramela no era Ramela a los efectos de esto, era el Presidente Batlle. Nosotros además destacamos siempre y reconocemos el gesto del Presidente Batlle cuando abre la discusión de este tema y cuando plantea lo de la Comisión para la Paz. Nosotros como familia, acá hablo como familia, tenemos un gran reconocimiento al gesto y a la acción en ese momento del Presidente Batlle. Pero cuando habla Ramela habla el Presidente Batlle, y cuando habla Gonzalo Fernández, para cualquier uruguayo con dos dedos frentes, hablaba Tabaré Vázquez, el principal dirigente de la oposición y ya en ese momento casi el seguro futuro Presidente del Uruguay. Entonces esas dos personas con todas las herramientas del Estado Uruguayo podían hacer cosas que yo o mi tía. Nosotros hemos conseguido información apoyando a la fiscal Guianze, hemos buscado, hemos hecho investigación, hemos pedido documentos y hemos conseguido documentación oficial. Claro, nosotros la documentación oficial que hemos conseguido la hemos conseguido interponiendo recursos administrativos y recursos judiciales y esperando meses y yendo para adelante y para atrás. ¿Me quieren decir que la Comisión para la Paz no tenía resorte para conseguir más información? El problema esencial es que la Comisión para la Paz no hizo investigación. Y en Uruguay no hemos hecho suficiente investigación.
Recibieron información, decís vos, y eso fue lo que trasladaron.
Básicamente hablaron con tres mentirosos que les dijeron las mismas tres mentiras y entonces las dieron por ciertas. Y ese enfoque político y de reunión a oscuras ha sido el enfoque de todo este problema, y ese ha sido el gran error. Porque eso no deja de ser versiones. Hoy un periodista me preguntaba en qué contrastaba lo del informe ese del Libro Blanco que después salió con la investigación, creo que fue en 2009. Y yo decía: “Es el día y la noche”. Con la diferencia que tenga, uno es un cuento, lo otro es una investigación. Yo tengo formación científica, estoy acostumbrado a ver las cosas así. Es como comparar el informe forense que nos dieron el jueves con todo esto. Esto son cuentitos. El informe forense está ahí puro, duro, con toda la firmeza, con toda la objetividad posible, es un informe científico, verificable.
Y queda clara la crítica también al modo en que se manejó.
Todos lo manejamos. Yo fui a todas las marchas, yo hice todo, y yo creo que uno de los errores que los que peleamos por los derechos humanos tenemos que asumir es que le dimos demasiado énfasis… Estos son crímenes políticos, y le dimos demasiado énfasis a la segunda palabra: políticos. Por tanto, si vos hacés énfasis en que las cosas son políticos estás dando pie a que esto se resuelve políticamente y te olvidás de la primera parte: esto es un crimen. Lo fuerte yo creo, para mí y yo creo que para todos, porque estoy sorprendido de las reacciones espontáneas que ha habido a partir de lo del jueves. Lo que quedó claro el jueves es que era un crimen, y eso no se puede tapar ni se puede discutir. Y un crimen aberrante.
Ariel, has mencionado un montón de veces a parte de tu familia aquí. ¿Cuántos nietos son?
Somos cuatro nietos. O sea, mi abuelo tenía dos hijos, tiene o tuvo. Mi tía Hebe y mi padre, y después mi tía tiene dos hijas, Juliana e Inés y nosotros somos dos hermanos, Roberto y yo.
¿Cuánto recordás de tu abuelo? ¿Cuánto tenías cuando lo secuestraron?
Catorce.
¿Y qué recordás?
Bastante. Dentro de lo que se puede, porque abuelo, el otro día decía que era una especie de ciudadano de América y del mundo, estaba siempre… se movía. Además se da una situación extraña porque todos los viernes llegaba a casa Marcha y yo miraba, te daba una cierta sensación de orgullo pero extraña, que veías que siempre había alguna nota que decía Julio Castro, y decías: “Ah, mirá, mi abuelo”. Pero dentro de eso era relativamente cercano. Él venía a veces a casa. Sobre todos los momentos más tensos o cercanos era en vacaciones de julio generalmente, íbamos al campo con él. Entonces esos eran los momentos capaz que más divertidos por un lado, porque mi abuelo era un tipo muy gracioso.
¿Era un hombre de campo que se comportaba en el campo como tal?
Sí, sí. Totalmente. Era medio de campo en cualquier lado. Tú te imaginarás a veces uno en los momentos más horribles uno tiene que meter algo que distienda, entonces estábamos mirando el expediente con mi prima ahí en el juzgado, en la parte de la ropa y eso, y estábamos discutiendo si la ropa podía ser o no podía ser, y en un momento no sé si Hebe o la abogada decía: “sí, pero mirá, encontraron esto, esto y esto, entonces eso podría ser”, entonces nos miramos con mi hermana y con mi prima y dice: “ah, pero encontraron un cinturón; si hubieran encontrado una piola seguro que era abuelo”. Y era porque mi abuelo dos por tres andaba con una piola y no usaba un cinturón. Y ahí medio nos reímos. Esas cosas que uno hace involuntariamente pero que te permiten humanizar.
Mi abuelo era así, tenía esa forma de vestirse semi-ciudadana, semi-campera, y su forma de entrar y su informalidad que obviamente para un nieto era fantástico. Y en el campo obviamente era… No te dabas cuenta, yo me sentía asquerosamente ciudadano. Incluso hasta la forma increíble gráfica que me explica, que no puedo decirla en la radio porque podría herir sensibilidades de conceptos como “vaca servida”, o ese tipo de cosas. Me acuerdo una vez que estábamos contando ganado, y mi abuelo andaba con la libretita, tantas vacas servida, tanto esto, tanto otro, y yo me acerqué y en mi inocencia pregunté qué es una “vaca servida”. Obviamente la vaca servida es la que ya estuvo “entorada”. Y la forma, para un chiquilín de doce o trece años, que tu abuelo te lo diga con un lenguaje que uno solo escucha en la escuela con los amigos, fue como un shock. Muy divertido, además.
Ariel, destacaste el otro día el coraje particular que tuvo tu abuelo, el coraje en general. ¿Ese vos decís que es quizás el mensaje que dejó? Porque era un tipo que no estaba vinculado a ninguna organización armada, eso está claro. Sin embargo yo tengo algunas cartas que le envió a algunos de los exiliados, que están en la propia página, a Miguel Soler, por ejemplo, en donde decía: “Por aquí es todo peor, nosotros bien, queriendo ser útiles en esta debacle, poco podemos hacer. El país se va quedando vacío por dentro y por fuera. Seguimos acá ayudando a quienes podemos ayudar.” ¿Iba por ese lado, por el quedarse a ayudar?
Son cosas en las que te va cayendo la ficha… Por ejemplo, me acuerdo, justamente, que por eso nos dolió que esa información no apareciera y no quedara en ningún lado, y oficialmente no existiera. Yo en ese momento estaba estudiando, estaba haciendo mi doctorado, cuando la famosa entrevista con la Comisión para la Paz en el 2001. Mi padre me llama, aparte yo no estaba, había ido al cine, y por la diferencia horaria cuando llegué a casa y vi un mensaje “llamame cuando llegues” -yo sabía que mi padre era consciente, me estaba diciendo que lo llamara a las tres de la mañana-, pero me dice “mirá que no hay nadie lastimado”, que es la otra cosa cuando vos no estás en tu casa. Entonces lo llamé, como venía siguiendo en el diario que estaba todo el tema de la Comisión para la Paz calculé que venía por ese lado. Entonces estuvimos charlando rato largo y después al día siguiente también, entonces papá lo que me decía es que para él era muy importante entender o saber por qué había ocurrido esto y que a él le daba, no es calma, no es paz, pero por lo menos serenidad saber qué fue lo que provocó. Y yo varias veces lo he conversado. A mí, orgulloso no porque quedaría un poco feo, pero en cierta medida me admira la causa por la que lo mataron, por la que lo asesinaron en la forma en que lo asesinaron. Yo creo que ese valor de todos los ciudadanos anónimos o no anónimos, esos granitos de arena son los que finalmente tiran abajo los gobiernos indignos, dictatoriales, ilegítimos y asesinos. Y es admirable, porque yo hablaba el otro día con un periodista y me decía: “Ahora que me decís esto me acuerdo de las cosas, porque es como que nos olvidamos de lo que era el clima en esos años”. Yo lo recuerdo. Aparte era imposible escaparme cuando yo vivía a tres cuadras del Comando General del Ejército, entonces esa presencia ominosa estaba siempre. Y que en ese contexto, en esa cosa oscura, que gente como mi abuelo, 68 años, tuviera el valor de ayudar a escapar gente, de juntar información, de pasar para aquí, pasar para allá, con esa sencillez, para mí eso es un valor que me abruma. Yo no sé, y si vos leés en las cartas es esa misma sensación: “bueno, estamos acá y estamos para hacer lo que se pueda”.
Sí, muy poquito pero cada granito de arena.
Exacto. Salvó muchas vidas. Entonces ese tipo de cosas a mí, sinceramente, a veces es difícil calibrar el tipo de valentía que requería.