Miguel Ángel Dobrich

El silencio no es tiempo perdido

Hace mucho que quiero dedicarle unas líneas a Gustavo Cerati. Como compositor ha sido esencial en mi vida, pero no rescato sólo eso, él es dueño de una de las mejores plumas del español.

Actualizado: 21 de noviembre de 2011 —  Por: Miguel Ángel Dobrich

Debo admitir que pensé en escribir en su aniversario. Me contuve. He temido que una columna dedicada a su trayectoria pudiera restar más que devolver algo positivo. Desde acá hay afecto, y ganas de que vuelva.

En 180 leí las declaraciones de Charly Alberti y sentí que era el momento para decir lo que hace tiempo quiero decir. Cerati es conocido a lo largo y ancho de América por conjugarse como solista y como frontman de la mítica banda argentina Soda Stereo. “Soda” ha generado canciones y álbumes perfectos. En ellos hay un doble movimiento de reacción en contra de una tradición y, como puede notar todo ente con oídos, de enriquecimiento de esa misma ruta o Norte que se rechaza en primera instancia.

La última vez que lo vi, Cerati dio un concierto extenso en El Plaza (Montevideo). Parte del público coreaba un sentido: “Rulo, Rulo, Rulo”. El show fue demoledor, profesional, generoso. Los músicos pasearon por el catálogo de Soda Stereo.

Si me permiten, no quisiera detenerme en lo que pasa cuando las canciones de Cerati impactan en la masa, me interesa hacer zoom en cuando sus tracks se activan en la interioridad particular del escucha.

Insisto, Gustavo Cerati es –sí, en presente- dueño de una de las mejores plumas del rock. Él vuelve a la lengua atractiva, o explicita lo interesante que es poder redactar, crear, en castellano, rioplatense o americano (escoja el que le quede más cómodo, estimado lector).

Además de ser un gran músico –y uno de mis guitarristas preferidos-, Cerati es un letrista superior: elegante, preciso. Su trabajo da ganas de escribir. Creo que no podría haber diseñado a La Intemperie sin su obra. Los versos del máximo compositor de Soda Stereo ofrecen hallazgos, belleza y la búsqueda que precedía a la canción.

En las canciones de Gustavo Cerati late el juego. Se puede inferir que el autor de “Bocanada” cazaba conceptos para astillarlos en estrofas.

Los ejemplos sobran. Pero aquí se debe trabajar con lo particular, ¿no es cierto? Piensen en “Ángel Eléctrico”:

Ahí va la tempestad

ya parece un paisaje habitual

un árbol color sodio

y la caída

de un ángel eléctrico

Tengo estática

y no querría lastimarte

de nuevo

volví solo y cargado

por la caída

de otro ángel eléctrico

Enredado en cables

estoy al filo

de la resignación

debe ser el hábito

de esperar que algo quiebre

el unísono

Un nuevo acorde

te hace mirarme a los ojos

aún tengo al sol

para besar tu sombra

hoy caí

al dejarte sola

ya pagué

por quebrar la calma

Acción-reacción. No se puede obviar una serie de genialidades: “Tengo estática/y no querría lastimarte/de nuevo” y, por supuesto, los versos claves de la canción: “aún tengo al sol/ para besar tu sombra”.

Sé que no es exacto, pero me pregunto: ¿no hay un aspecto fractal o cuasi fractal en el trabajo lírico de Gustavo? (Por fractal compréndase: “figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos, que tiene la propiedad de que su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea la escala con que se observe”). Comfort y música para volar, el álbum (un)plugged sostiene la afirmación. Pero se puede ir más atrás, al origen de Soda Stereo o, si se prefiere, se puede hacer un corte más cercano en el tiempo: escuchen Signos, Canción Animal, Dyanamo, Sueño Stereo.

Y el búmeran regresa, qué decir del triángulo amoroso que propone Cerati en “Té para tres”:

Las tazas sobre el mantel

la lluvia derramada...

un poco de miel

un poco de miel

no basta.

El eclipse no fue parcial

y cegó nuestras miradas

te vi que llorabas

te vi que llorabas

por él.

Té para tres.

Un sorbo de distracción

buscando descifrarnos

no hay nada mejor

no hay nada mejor

que casa.

Té para tres.

Es brillante el “sorbo de distracción”. Tanto como el exceso, la precisión de detalles que propone “Crema de Estrellas” (Recordé sus gustos/conversación astral/las canciones que oíamos/su cuerpo lunar/refugio celestial/y el ph de su saliva) o la confesión de “Efecto Doppler” (Es el efecto doppler/cuando te alejas de mí).

En “El Rito” Certi canta: “el silencio no es tiempo perdido”. Late el universo en tal afirmación. Evitemos eso por un instante, retornemos a lo micro: el silencio no es tiempo perdido. Volvé, Gustavo. Queda mucho por tocar, escribir y escuchar.



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