Debo admitir que pensé en escribir en su aniversario. Me contuve. He temido que una columna dedicada a su trayectoria pudiera restar más que devolver algo positivo. Desde acá hay afecto, y ganas de que vuelva.
En 180 leí las declaraciones de Charly Alberti y sentí que era el momento para decir lo que hace tiempo quiero decir. Cerati es conocido a lo largo y ancho de América por conjugarse como solista y como frontman de la mítica banda argentina Soda Stereo. “Soda” ha generado canciones y álbumes perfectos. En ellos hay un doble movimiento de reacción en contra de una tradición y, como puede notar todo ente con oídos, de enriquecimiento de esa misma ruta o Norte que se rechaza en primera instancia.
La última vez que lo vi, Cerati dio un concierto extenso en El Plaza (Montevideo). Parte del público coreaba un sentido: “Rulo, Rulo, Rulo”. El show fue demoledor, profesional, generoso. Los músicos pasearon por el catálogo de Soda Stereo.
Si me permiten, no quisiera detenerme en lo que pasa cuando las canciones de Cerati impactan en la masa, me interesa hacer zoom en cuando sus tracks se activan en la interioridad particular del escucha.
Además de ser un gran músico –y uno de mis guitarristas preferidos-, Cerati es un letrista superior: elegante, preciso. Su trabajo da ganas de escribir. Creo que no podría haber diseñado a La Intemperie sin su obra. Los versos del máximo compositor de Soda Stereo ofrecen hallazgos, belleza y la búsqueda que precedía a la canción.
En las canciones de Gustavo Cerati late el juego. Se puede inferir que el autor de “Bocanada” cazaba conceptos para astillarlos en estrofas.
Los ejemplos sobran. Pero aquí se debe trabajar con lo particular, ¿no es cierto? Piensen en “Ángel Eléctrico”:
Ahí va la tempestad
ya parece un paisaje habitual
un árbol color sodio
y la caída
de un ángel eléctrico
Tengo estática
y no querría lastimarte
de nuevo
volví solo y cargado
por la caída
de otro ángel eléctrico
Enredado en cables
estoy al filo
de la resignación
debe ser el hábito
de esperar que algo quiebre
el unísono
Un nuevo acorde
te hace mirarme a los ojos
aún tengo al sol
para besar tu sombra
hoy caí
al dejarte sola
ya pagué
por quebrar la calma
Acción-reacción. No se puede obviar una serie de genialidades: “Tengo estática/y no querría lastimarte/de nuevo” y, por supuesto, los versos claves de la canción: “aún tengo al sol/ para besar tu sombra”.
Sé que no es exacto, pero me pregunto: ¿no hay un aspecto fractal o cuasi fractal en el trabajo lírico de Gustavo? (Por fractal compréndase: “figura plana o espacial, compuesta de infinitos elementos, que tiene la propiedad de que su aspecto y distribución estadística no cambian cualquiera que sea la escala con que se observe”). Comfort y música para volar, el álbum (un)plugged sostiene la afirmación. Pero se puede ir más atrás, al origen de Soda Stereo o, si se prefiere, se puede hacer un corte más cercano en el tiempo: escuchen Signos, Canción Animal, Dyanamo, Sueño Stereo.
Y el búmeran regresa, qué decir del triángulo amoroso que propone Cerati en “Té para tres”:
Las tazas sobre el mantel
la lluvia derramada...
un poco de miel
un poco de miel
no basta.
El eclipse no fue parcial
y cegó nuestras miradas
te vi que llorabas
te vi que llorabas
por él.
Té para tres.
Un sorbo de distracción
buscando descifrarnos
no hay nada mejor
no hay nada mejor
que casa.
Té para tres.
Es brillante el “sorbo de distracción”. Tanto como el exceso, la precisión de detalles que propone “Crema de Estrellas” (Recordé sus gustos/conversación astral/las canciones que oíamos/su cuerpo lunar/refugio celestial/y el ph de su saliva) o la confesión de “Efecto Doppler” (Es el efecto doppler/cuando te alejas de mí).
En “El Rito” Certi canta: “el silencio no es tiempo perdido”. Late el universo en tal afirmación. Evitemos eso por un instante, retornemos a lo micro: el silencio no es tiempo perdido. Volvé, Gustavo. Queda mucho por tocar, escribir y escuchar.
Las opiniones vertidas en las columnas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente posiciones del Portal 180.