La gente arma un carnaval en la Colombes. Pasa del “Gregorio corazón, la hinchada te saluda porque sos de Peñarol”, para saludar a su amado DT, al “ole, ole, ole”, con el que aprueba cada pase bien hecho de los jugadores. Siente que los excesivos 230 pesos que debió pagar para ingresar a la tribuna merecieron la pena. Ve como su equipo se muestra erguido más que nunca hasta ahora y se saca de arriba con toda autoridad, a un rival digno pero superado por completo.
El Apertura parece servido en bandeja de plata para Peñarol. Ningún otro equipo parece poder hacerle sombra al de Gregorio, que metió mano para bien en la oncena. Fue un acierto poner a Alejando González como zaguero. Junto a Carlos Valdez, conforman una pareja de centrales con velocidad, altura, decisión y firmeza. El ingreso de Torres en el medio fue otra buena medida del entrenador. El paraguayo dejó el ostracismo y se aferró con todo a la oportunidad. Recupera, releva y encima hace golazos como el que abrió el marcador. La tercera gran decisión del nuevo técnico fue adelantar en el campo a Joao Pedro. El brasileño es asunto serio. Siempre de cabeza levantada juega y hace jugar. Tiene potencia, velocidad y una pegada fenomenal.
Con esos argumentos Peñarol es un equipo de temer. Defiende bien, a tal punto que River, uno de los equipos más goleadores del Apertura, no le generó una sola situación de riesgo sobre el arco de Carini. Y ataca mejor, con variantes para lastimar por las puntas, por el medio, por arriba o por abajo.
Evocando a Sabina, el partido duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Después de un inicio frenético con la pelota cambiando de un área a otra, Torres recibió a la salida de un tiro de esquina y puso la pelota en el ángulo. Fue a los cuatro minutos.
River siguió de pie. Peleó con sus armas y sin meterse atrás. Intentó generar peligro con llegadas por las puntas pero tomó riesgos que Peñarol aprovechó. El carbonero tuvo espacio para salir de contragolpe y lastimar a su rival. Luego de un par de anuncios, Joao Pedro tomó la pelota en la mitad de la cancha, avanzó con ella y puso el segundo a los 31.
Dos goles de diferencia parecían demasiado para River. La sensación en el Centenario era que, salvo un milagro, el resultado estaba escrito. Para acentuar esa percepción, la defensa de Peñarol cortó cada intento que River hizo por acercarse al arco rival.
En el inicio del segundo tiempo, bajaron las revoluciones del partido. El aurinegro se decidió a hacer pesar la diferencia y a tocar el balón hasta que aparecieran los espacios para liquidar.
River más que huecos dejó cráteres en el fondo y Joao Pedro los aprovechó. A los 55 se filtró entre la defensa tras pase de Marcelo Zalayeta y definió para el 3 a 0.
Guillermo Almada intentó con cambios que no modificaron el panorama. En la cancha había un equipo superior que no le daba chance a su rival. Ni el ingreso de Maureen Franco ni de Sebastián Taborda generaron la mínima sensación de que River podía acercarse.
A los 72 Cristian González se fue bien expulsado y dos minutos más tarde el imperial Joao Pedro lideró una contra y en la entrada del área habilitó a López quien sentenció a Fernando Laforia.
Fue lo último que importó en la cancha. A partir de allí, los ojos se posaron en la tribuna. En la gente de pie para aplaudir la salida de Joao Pedro, en el reconocimiento a Torres y en la alegría desbordante de una hinchada que empezó con festejos una semana muy especial.