En un gesto inhabitual de apertura, mas de 120 viajeros chinos y otros periodistas, entre ellos varios occidentales, fueron invitados por el régimen de Pyongyang a bordo del "Man Gyong Bon", un navío de casi 40 años, para este viaje inaugural de unas 21 horas.
Al son de música marcial, el navío zarpó el martes del puerto de Rajin, mientras que cientos de estudiantes y trabajadores norcoreanos llevando flores marcaban el compás con las manos.
El proyecto turístico fue organizado por el Taepung International Investment Group norcoreano y las autoridades de Rason - zona costera triangular en el noreste del país que incluye las ciudades de Rajin y Sonbong aledañas a China y Rusia.
Establecida en 1991 para atraer capitales hacia Corea del Norte, la zona económica especial nunca consiguió despegar debido a infraestructuras insuficientes, a los cortes de energía eléctrica crónicos y a la falta de confianza de los inversionistas.
Pero a pesar de todo, con una economía agotada bajo el peso de las sanciones por su programa nuclear y enfrentada a graves problemas alimentarios, Corea del Norte quiere reanimar la zona económica.
Con este objetivo, las autoridades de Rason decidieron concentrarse en tres objetivos: el flete marítimo, la transformación de productos del mar y el turismo.
Corea del Norte se abrió a los turistas occidentales recién en 1987 y sólo se permiten viajes en grupo.
Los viajes organizados se desarrollan bajo estrecha vigilancia y los breves contactos con la población se hacen a través de los guías, el personal de los hoteles o los vendedores en las tiendas para turistas.
En Rajin, en el inmenso hall de un hotel, los visitantes son recibidos por un retrato del actual dirigente Kim Jong-Il y de su difunto padre Kim Il-Sung, con una cita de éste: "los libros son enseñantes silenciosos y compañeros de toda la vida".
En las sobrias habitaciones no hay internet y las líneas telefónicas son aleatorias y caras. De todas maneras, los teléfonos móviles de los turistas son confiscados al ingresar a Corea del Norte.
La mayoría de los turistas son chinos y a Rason llegan como promedio unos 150 por día en verano.
A bordo del barco, los turistas chinos pueden cantar con un karaoke en un gran salón decorado con banderas norcoreanas. En cubierta, los pasajeros comen pescado seco en mesas del plástico.
Las mejores cabinas tienen una mesa, sillas y servicios. Las otras, un colchón en el suelo. En los servicios no hay agua y si la hay es de color café.
Sin embargo, Park Chol Su, vicepresidente de Taepung, tiene grandes proyectos, como el invitar a más de 100 turistas europeos en octubre.
Las autoridades prometieron ya que no se necesitará visa para participar en el crucero y si todo va bien el navío será un poco más cómodo.
(AFP)