Este mes se registró un alto nivel de actividad solar, con grandes explosiones en las últimas dos semanas. Esto puede provocar las llamadas “tormentas magnéticas”, que pueden afectar los sistemas de telecomunicaciones y suministro eléctrico en la Tierra. El astrónomo Gonzalo Tancredi explicó a 180 que el sol tiene variaciones en su nivel de actividad a lo largo de los años, que se presentan en ciclos de unos 11 años. En este momento se acaba de terminar un cíclico de actividad solar mínima y estamos ingresando a un ciclo de actividad máxima, con un pico que se espera ocurra sobre 2012 o 2013.
Esta actividad se puede ver en forma de manchas en la superficie solar, que se han registrado desde la Antigüedad. “En el último tiempo, ha ocurrido algo interesante, y es que asociados a esas manchas solares hay eventos de expulsión de materia”. En muchos casos, esta materia vuelve al sol, pero en otros, sale despedida del sol en forma de plasma (es decir, partículas energéticas, como protones y electrones). Si ese material llega a la Tierra, puede interactuar con el campo magnético terrestre, que tenderá a repelerlas, pero algunas pueden llegar a caer. Esto tiene varias consecuencias, por ejemplo, producir auroras en las regiones polares, variaciones importantes del campo magnético terrestre (las llamadas “tormentas geomagnéticas”) y provocar un mayor flujo de partículas energéticas, a veces llegando a la superficie de la Tierra, que afectan a los satélites.
Uruguay se ubica en una región que está revistiendo bastante preocupación, dijo Tancredi, y de la cual no se conoce mucho. Esta abarca el sur de Brasil, Paraguay, el noreste de Argentina y Uruguay, y se conoce como “la anomalía magnética del Atlántico Sur”, porque es la región del planeta con menor valor de campo magnético. “Desde hace poco menos de un año estamos haciendo mediciones con la colega Leda Sánchez Bettucci, de la intensidad del campo magnético en Uruguay, y obtuvimos los menores valores de todo el mundo”. Lo que se supone que podría suceder, es que, al haber un nivel tan bajo de campo magnético, ese flujo de partículas solares puede llegar a ser más intenso, ya que no hay campo magnético suficiente para repelerlas. “Lo estamos estudiando, es algo que todavía no se tiene muy claro”, aclaró Tancredi.
Los satélites de baja órbita –los que podemos ver de noche en forma simple–, cuando pasan sobre nuestra región, sufren una mayor cantidad de desperfectos en la parte electrónica, por la incidencia de las partículas energéticas, y muchas veces llegan a apagar los instrumentos cuando llegan a esta región, para evitar los daños, explicó el astrónomo.
Estas tormentas magnéticas han causado, por ejemplo, un apagón gigante que dejó sin luz a seis millones de personas en 1989 en Quebec, Canadá y en 2003 se quemaron los transformadores de una gran central eléctrica en Sudáfrica. La mayor tormenta que se conoce fue en 1859, que provocó la devastación de la gran mayoría del sistema telegráfico en todo el mundo. “Se estima que si hoy en día ocurriera una tormenta como esa, las pérdidas estarían en millones de millones de dólares”, señaló Tancredi, “por ejemplo, gran parte de los satélites artificiales dejarían de funcionar, eso significaría muchos problemas para las comunicaciones”, añadió.