Hace dos años debió encarnar al mayor mito de Uruguay: Artigas. Y ahora esa película de César Charlone ve la luz. Es un momento que él vive sereno, confiado en que la gente verá un Artigas humano, lejos del bronce.
180 conversó con Esmoris a propósito de los dos estrenos, de la popularidad, de los muchos no que tuvo que decir antes de darle el sí a la televisión y del techo que tiene Uruguay. Techo que para él, alcanza.
¿Cómo viviste la convocatoria para hacer de Artigas? Para un actor uruguayo debe ser el papel de la vida…
Al principio con asombro y sorpresa. Como había tanta presión y tanto bardo me propuse tomarlo con calma. Realmente lo tomé con mucha serenidad. Las charlas con César y el resto del equipo me fueron dejando más tranquilo en cuanto a que no era la vida de Artigas.
¿Hasta ese momento cuál era tu relación con Artigas? ¿La de cualquier uruguayo a través de la escuela y el liceo o había un gusto especial?
No, en absoluto. Empecé a leer, busqué enfoques antagónicos y cuando quise acordar era como que no terminaba más… Eran libros y libros, que se contradecían, desde los detractores hasta los fanáticos. Entonces realmente empecé a sentirme sin saber por dónde agarrar.
Empecé a buscar la historia no por el personaje que todo el mundo puede tener integrado, el bronce, el hombre de las frases célebres, sino a ir más a la interna. Pensaba en las cuestiones cotidianas, los momentos en los que somos Artigas o vivimos un Ayuí. A partir de ahí empecé a ir a lo chiquito, me centré en que para mí Artigas es un hombre, con todas sus luces y sus sombras. Empecé a jugar desde ese punto de vista y trabajar la historia que estaba marcada en el guión.
Busqué texturas, músicas… Y lo primero que me surgió fue Zitarrosa y las milongas. A partir de ahí empecé a buscar el andar, el sentir, el hablar. El que la vea sabrá que tiene un dejo “zitarroseano”.
Además, la llegada a Tacuarembó me terminó de definir el personaje.
¿Por qué?
Sobre todo por estar en contacto con la gente, por el respeto y el entusiasmo con el que abordaron el trabajo. Estamos hablando de gente que no tiene nada que ver con el arte, ni con el cine. Estamos hablando no de domadores de caballo disfrazados sino de verdad.
Me pareció que lo importante de toda esta aventura y creo que se logró, es que todo lo que sucediera ahí desde el punto de vista actoral fuera verdad.
Yo no había visto nada hasta el preestreno y cuando terminó me encontré con César que me pidió que le dijera una palabra. Y le dije “ternura”, fue lo que me surgió. La película tiene eso. Después empecé a decantar, lo sigo haciendo…
¿Qué otras sensaciones te han aparecido en estos días en los que estás decantando la película?
Creo que lo bueno que tiene es que César fue armando la película durante el Ayuí. La película fue como otro Ayuí. Yo me encontré con otra película, brillante para mí. Me impactó. El final me parece brillante. La película está hecha con una sensibilidad rara para un cuento de estas características, histórico, de un prócer. No estamos hablando de amor ni de pasión sino de ternura, a pesar de los ambientes áridos y sórdidos.

El Artigas de Esmoris y Charlone en el Ayuí (s/d Difusión)
En el preestreno contaste una anécdota del rodaje en la que un niño entró a la carpa donde te estabas maquillando y salió gritando: “¡Mamá, es Artigas y está vivo!”. Decías que esperabas que pase eso con la película. ¿Qué? ¿Que la gente recupere un Artigas más humano?Para mí quizás lo más importante es que la gente sepa que Artigas estuvo vivo y se murió. Porque eso le pasa a los seres humanos, no a las estatuas. Artigas estuvo vivo y fue un ser humano, así hay que aceptarlo, entenderlo y proyectarlo. Creo que se ha dimensionado tanto la figura de Artigas que nunca se llegó a su real dimensión, de lo que fue, lo que significó. Atípico y diferente por donde se lo mire.
La imagen de Artigas teniendo relaciones sexuales no sé si es algo totalmente digerible para todo el mundo. Un Artigas que le dice “salvaje” a la mujer con la que está teniendo relaciones.
Además es un Artigas que duda, que llora, que no sabe qué hacer con uno de sus hijos. Yo por lo menos lo viví así. Creo que la duda en ese momento era el gran manto que había sobre todo.
Vos siempre lideraste los proyectos en los que estabas, desde la Antimurga BCG a los unipersonales. ¿Cómo es esto de meterte en un proceso que dirigen otros?
Yo tengo la formación de un actor. La cosa artística para mí es dictadura, no la concibo de otra forma. Si yo dirijo exijo que, más allá de abrir instancias de diálogo, la última palabra la tenga yo. Cuando estoy del otro lado del mostrador, me cuadro. Decime lo que hay que hacer y lo hago. Obviamente si tengo otra forma de ver lo conversamos hasta cierto punto. Cuando hay una cabeza hay que seguirla.
En ese sentido, para mí es sumamente fácil porque lo entiendo y estoy formado en esa escuela.
¿Qué cambios viviste al estar en una serie como Porque te quiero así?
La repercusión es inmediata. El tema de la masificación la vivís ya al otro día del estreno. Yo ando por todos lados en el viejo y querido transporte capitalino y es maravilloso. El Uruguay es maravilloso. Vos vas a la feria y te dicen cosas pero con respeto, con cariño. Me acuerdo que cuando andaba con las patillas me decían: “¡Artigas, comprame acá!”
Eso es genial. Después es gratificante en el caso de la ficción televisiva que gente de distintos estratos sociales y culturales te diga que al fin pueden ver algo todos juntos.
Obviamente yo tengo un estilo en el teatro que de repente no es el estilo de la televisión pero también a mí me enseñaron que en la vida del actor son más los no que los sí que hay que decir. Antes de llegar a la televisión dije muchas veces que no. Esperé que en algún momento se diera algo en lo que yo pudiera actuar. Yo no soy conductor, no soy periodista. Soy actor. Entonces decidí esperar el día en que me llamaran para actuar y eso me convenciera.
Cuando llegó lo de Porque te quiero así vi que la cosa venía muy seria y lo confirmé en los rodajes. Y ahora lo estoy confirmando también en la segunda temporada. Muy seria en la parte técnica y muy seria en la parte del canal. Ahora tengo la camiseta de Canal 10 y no me duelen prendas al decirlo pero ojalá esto sea un efecto dominó que gane a todos los canales, que compitan, en beneficio de la ficción.
Creo que Uruguay se dio el lujo de saltearse el cine durante 20 o 30 años. Y creo que la televisión de dio el lujito de saltearse la ficción uruguaya.
¿Y esto tiene un impacto económico en tu vida? ¿Hubo un cambio o seguimos en esa de ‘voy, colaboro y espero que en algún momento prenda…’? Muchas veces los actores impulsan proyectos y luego no cobran.
Yo no pretendo hacerme rico con esto, si no me hubiera dedicado a otra cosa. Quizás suene mal esto pero a mí no me importa si no es mucha, me importa si es poquita. Gratis no. A mí con eso de que te van a conocer, con eso perverso que han jugado y algunos juegan hasta hoy, no.
Yo no elegí ser actor para que me conozcan. Es una enfermedad que tengo y la llevo adelante.
El canal en ese aspecto se mueve muy bien. Primero que nada reconociendo que hay una Sociedad Uruguaya de Actores, con determinados caché. A veces no es fácil. Antes quizás vos decías que lo querías hacer a través de SUA y eso era un pero. Ahora al contrario. El canal manda los contratos a SUA y los analiza. El dinero va a SUA y SUA nos paga.
Económicamente es un salario digno. Yo trabajo en Uruguay, creo conocer al Uruguay y sé que Uruguay tiene un techo. Lo acepto así. Pensar que Uruguay no tiene techo es para enfermarse. Y a mí el techo que tiene me alcanza.