En Argentina, son abrazos de amigos. Están todos juntos. Saltan de cara a la gente que cruzó el Río de la Plata. Los separa una tribuna. Los une una camiseta. Adentro de la cancha la imagen que regalan los jugadores conmueve. Parece un casamiento de uno de los amigos de la barra. Hasta pelucas hay.
En el mismo momento, en Uruguay empiezan los festejos. La gente sale a las calles embanderada. Grandes y chicos, hombres y mujeres. Todos celebran.
En Buenos Aires, Lugano está feliz como un niño. Se junta con Forlán. Es un abrazo interminable. Ocho años compartiendo habitación y sueños. Después de soltarse abrazan a Tabárez. A uno el maestro le dio la responsabilidad de ser el capitán en todo sentido. Al otro la de ser el estandarte en la cancha.
En todo el país, los uruguayos se abrazan con el que esté cerca. No importa si se conocen o no. Empiezan los festejos que terminarán quien sabe a qué hora.
Es la cereza del postre. El trabajo metódico y serio planificado por Tabárez y ejecutado por los jugadores tiene su premio. Uruguay ganó el título número 15 en la Copa América, más que ninguna otra selección el continente. Además, Luis Suárez fue elegido el mejor jugador del torneo y Sebastián Coates el jugador joven más valioso. Por si fuera poco, Uruguay se quedó con el trofeo al Fair Play.
Pero hay cosas más importantes que la Copa. Los niños tienen ídolos que nacieron en el mismo país que ellos y los grandes disfrutan el resurgimiento de la selección. Cada vez que juega Uruguay se para el país y la gente volvió a ser hincha de la celeste. Todo gracias al compromiso y la lealtad del equipo.
Uruguay ganó el título sin discusión. Tras la clasificación en el grupo eliminó a Argentina, le ganó 2 a 0 a Perú y goleó a Paraguay. Tuvo figuras gigantescas. Luis Suárez fue el mejor. Jugó un torneo soñado. Hizo cuatro goles en el torneo y fue incontenible. Como un tiburón, huele sangre y va tras su presa.
Pero lo mejor volvió a ser el grupo, que una vez más demostró temple en las instancias decisivas. Así como sacó la cabeza luego de la derrota ante Perú en las eliminatorias o en los momentos difíciles del Mundial, respondió en los partidos más trascendentes de la Copa América. Eliminó a Argentina y después no le pesó en lo más mínimo la chapa de candidato. Despachó a Perú y a Paraguay al trote. Los partidos se pudieron jugar en una red de cobranzas porque fueron un trámite.
Los números de la final son contundentes. Mientras la celeste tuvo 11 posibilidades de gol, los guaraníes tiraron cuatro veces al arco. La superioridad fue abrumadora en todo momento y la victoria nunca estuvo en duda.
Fue el mejor partido de Uruguay. Justo en la final. No es casualidad. Es otra muestra de jerarquía de un equipo que siempre responde.
Uruguay salió con todo. En los primeros minutos hubo un claro penal a favor de la celeste que el juez no cobró. Fue un indicio. Concentrado en la marca y decidido en ataque, se llevó por delante a Paraguay. Un incontenible Suárez volvió loco a cualquier rival que se le interpusiera y generó tres posibilidades de gol antes del 1 a 0 que llegó a los 11. Suárez recibió en el área y puso el primero.
Tras el gol, Uruguay mantuvo la postura. Presión en el medio para atorar a los paraguayos que insistían en salir con la pelota jugada.
Haedo Valdez se acercó a Muslera pero fue un espejismo. El partido era todo de Uruguay.
Con al firmeza de los cuatro del fondo y la tenacidad de Egidio y Diego Pérez, Uruguay impidió que Paraguay se acercara al empate. Luego de eso, fue por más. Egidio recuperó una pelota cerca del área adversaria y descargó para Forlán. Como contra Alemania en el Mundial. La diferencia es que ahora Diego estaba torcido. Pero se enderezó. Zurdazo y 2 a 0.
El inicio del segundo tiempo fue lo mejor de Paraguay. Muslera hizo una atajada formidable y contó con la colaboración del horizontal para evitar el descuento de Haedo Valdez.
Pero las cosas se encausaron. Tabárez puso a Edinson Cavani por Palito Pereira y a Sebastián Eguren por el Ruso. La celeste volvió a tomar el control del juego y los paraguayos se rindieron.
Entonces llegó el cambio de frente de Cavani, la asistencia de cabeza de Suárez y el gol de Forlán.
Fue la síntesis perfecta de este equipo. En el que todos tiran para el mismo lado. En el que nadie pone sus logros personales antes que los del grupo. Suárez podría haber intentado el gol que le diera el trofeo de goleador. Pero vio mejor ubicado a Forlán y se la dio. Tan simple como eso. Tan fantástico como eso.
Entonces empezó la fiesta. Esa que los amigos se merecían.
Forlán y El Cacha, la sociedad para el segundo de Uruguay (ALEJANDRO PAGNI / AFP)
Forlán hizo dos en la final y es récord en la selección (JUAN MABROMATA / AFP)
El capitán comanda los festejos (JUAN MABROMATA / AFP)
El plantel en el Centenario (adhoc ©VICTORIA RODRÍGUEZ)
Luis Suárez y un regalo especial de su esposa y su hijo. (AFP)
La emoción del Ruso Pérez tras la victoria (AFP)
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