Fotos más allá del deber

El fotógrafo Armando Sartorotti estuvo más de un mes junto a los cascos azules uruguayos en el Congo y en Haití. Su trabajo está reunido en una exposición y un libro: “Más allá del deber”. Su intención fue responder a la pregunta de qué hacen los militares uruguayos en esos destinos, algo que casi nadie podía responderle. Oficiales que cavaban una fosa para más de 200 muertos el día en que Uruguay derrotó a Ghana fue una de las respuestas.

Actualizado: 29 de mayo de 2011 —  Por: Redacción 180

Fotos más allá del deber

Sin datos (Todos los derechos reservados)

Entrevista de Joel Rosenberg emitida en No toquen Nada, de Océano FM.

“Nada de lo que nos digan previamente puede prepararnos para lo que veremos y escucharemos en esos lugares. Lugares donde los niños mueren por enfermedades que aquí resolvemos con una aspirina y las madres aceptan esa muerte como condición natural. Lugares donde el canibalismo y los brujos bendiciendo a los soldados son causas y cosas usuales.”

Joel Rosenberg: Este texto pertenece al fotógrafo Armando Sartorotti y fue escrito luego de estar un mes en el Congo y Haití junto a la misión de paz de Naciones Unidas. En cada una de esas misiones hay 900 cascos azules uruguayos. Sartorotti convivió con ellos y disparó su cámara unas 20.000 veces. Un resumen de ese trabajo se está exhibiendo en la Intendencia de Montevideo pero además terminó en el trabajo de un libro que también está publicado.

Sartorotti actualmente es editor fotográfico del diario El Observador, docente en la Universidad ORT y del Foto Club Uruguayo. Comenzó con la fotografía en prensa en el 83 y ha trabajado en varios medios y pasó por la Agencia AFP.

Armando, ¿por qué decidiste hacer esto? Esto está en el marco de los 200 años, del Bicentenario del Ejército Uruguayo.

Exacto. En realidad, lo que me sucedió con esto es que yo empecé todo con una pregunta: ¿Qué es lo que están haciendo los soldados uruguayos en los cuerpos de paz en el exterior? Y la respuesta que todo el mundo me daba, incluso de parte de periodistas, de compañeros, era que los soldados iban para hacerse la casita o para hacerse el cuarto extra para el hijo que acaba de nacer o cambiar el techo de chapa por el techo de planchada.

La única chance de hacer una diferencia porque cobran lo de las misiones de paz y a la vez su familia el sueldo aquí mientras están allá.

Absolutamente digno el concepto de querer mejorar, pero de qué estaban haciendo efectivamente tenía muy pocas noticias. En realidad la gente común, la gente de la calle -le pregunté a mi familia, a mi entorno-, no sabían qué era lo que efectivamente estaban haciendo, en qué consistía la actividad de ellos. Todo empezó con esa pregunta. Elaboré un proyecto, se lo presenté al Centro de Operaciones de Paz del ejército. No nos conocíamos mutuamente y la verdad que me atendieron con una apertura en todo sentido impresionante, recibieron mi proyecto, el coronel Ricardo Fernández que fue mi primer interlocutor, una gente que me recibió con una bonomía y una franqueza impresionantes. Y yo no sabía lo de los 200 años del Ejército, simplemente presentaba un proyecto para ver cuáles eran los caminos posibles, y ellos me convocaron un par de semanas después para decirme que les interesaba el proyecto que yo les estaba presentando para integrarlo a los festejos de los 200 años de fundación del Ejército Nacional, y bueno, terminó saliendo por esa vía, por ese camino.

Ahora vamos a contar un poco qué encontraste vos que hacen esos soldados porque la verdad que te sorprendiste en algunos puntos y es interesante. Pero también hubo un cambio en vos mismo después del viaje. Nos contabas ahí cuando preparábamos la nota sobre el agua potable, una de las impresiones que te causó, porque hay dentro de la exposición en la Intendencia un panel que se dedica al tema del agua potable, que carecen tantos en estos lugares, que cuando volvías lo sentías casi como un lujo, ¿no?

Los primeros días asumí consciencia de que me estaba bañando con agua potable, lo cual me parecía una inmoralidad en función de lo que había visto en los treinta y pico de días que había pasado en estos lugares. Sentí un cambio en mí más allá de lo profesional, de sentirme realizado profesionalmente con este trabajo, sentir que había logrado lo que pretendía, que el cambio era también en lo personal, la sensación de que uno tiene demasiadas cosas. Que uno se preocupa por demasiadas cosas que no merecen preocuparse, o se enoja en el tránsito por cosas que no merecen poner carga de enojo, uno ve realidades tan diferentes, tan límites, y la alegría con la que muchas veces terminan enfrentando estas realidades.

A ver, contemos alguna de estas realidades tan límites que las viviste allí. En Haití el 70% no accede al agua potable. Ese es el dato. Hay una historia que te contaron allí en noviembre de 2009, el Mayor Píriz llegó a un pueblo acompañando al camión de agua en un jeep ruso perteneciente al batallón para hacer la entrega semanal. Había una epidemia de tifus y el alcalde le pidió si podía trasladar hasta el cementerio los cuerpos de cinco niños muertos. Durante las dos semanas siguientes los uruguayos llevaron agua todos los días hasta que la epidemia cedió. ¿Cómo viven estas situaciones los uruguayos, los soldados?

La viven como uruguayos. La viven como la viviríamos cualquiera de nosotros y las reacciones son exactamente las mismas. Yo retiré de los textos la palabra “uruguayez” porque me parecía mirado con ojos extranjeros un chauvinismo, “estos se piensan que son mejores que el resto del mundo”. La lógica que terminan aplicando los oficiales cuando se enfrentan a ese tipo de situaciones, los soldados cuando se enfrentan a ese tipo de situaciones, es la misma lógica que aplicaría el operador de radio, un bombero o el portero del Banco República. Hay una cosa de uruguayez y hay una cosa de decir: “Bueno, vamos a resolver esto. Vamos a resolver este problema; no podemos resolver todos los problemas, vamos a tratar de resolver este problema, de ayudar en este problema”. Y la búsqueda de soluciones y la preocupación por el otro. Esa cosa que yo creo que nos pertenece.

Vos encontraste una búsqueda de soluciones y una preocupación por el otro pero encontraste también causas sociales permanentes en las misiones de paz. Como que fuiste a buscar una misión de paz que intenta mantener la paz o que intenta que rebeldes y ciudadanos que estén en determinada zona no choquen, o si chocan defender a los civiles, pero lo cierto es que encontraste otra cosa, y te lo explicaban ellos.

Sí. Las misiones en realidad han devenido, si bien son misiones militares, han devenido por la situación crítica de Haití y por cómo ha mejorado la situación por más que nosotros desde acá lo veamos como una cosa que no cambia. Se ha pacificado Haití, que no es poca cosa. Hace 10 o 15 años atrás era usual que las controversias, o cuando se encontraba un ladrón, o un sospechoso de robo, la misma policía haitiana terminaba resolviendo el tema poniéndole una goma a la persona arriba, rociarla con combustible y prender fuego. Una práctica que venía de Sudáfrica y que se continuaba haciendo allí.

Ese nivel de violencia, ese nivel de falta de respeto a la vida, del lado que sea y por quien sea, ha mejorado muchísimo y yo creo que la intervención de Naciones Unidas ha funcionado en ese sentido. Entonces la misión de Haití se ha convertido en una misión de interés social, por más que Uruguay no está trabajando en Puerto Príncipe que es la situación más crítica, un millón de desplazados, no hay plaza, parque, cancha de fútbol, que no esté cubierta por un campamento. En cambio, la misión del Congo continúa siendo una situación militar y la situación no parece que vaya a cambiar porque el Congo tiene la desgracia de ser muy rico, es un país demasiado rico.

Ahí hay una diferencia grande. La relación con organizaciones sociales y locales se da más en Haití que en el Congo.

Sí, es mucho más. Es que el tiempo que tienen los militares para poder ayudar no tienen que robárselo a la misión de pacificación porque la misión de pacificación está encaminada. En cambio, en el Congo, el hecho del patrullaje preventivo para mostrarse en la calle es necesario, es imprescindible. De todos modos la actividad de protección a la sociedad civil, de ayuda, de asistencia que hay en el Congo es muy, muy impresionante.

Ahora, ese trabajo militar que hay en el Congo vos describís en los textos que es ponerse directamente en el medio de los conflictos para proteger civiles.

Esa es la misión. El batallón uruguayo en Congo es un batallón de reserva. Hace poco, incluso, todos nos maravillamos de que parte de un contingente uruguayo había sido enviada a un pueblo donde “Las Milicias de Dios”, un grupo revolucionario, había anunciado que iba a masacrar a la población. Y los uruguayos tuvieron que ir a marcar presencia y a proteger a la población civil. Ese es el trabajo que tienen los uruguayos. Los uruguayos han tenido que ponerse en el medio -yo nombraba tres ciudades fuera de micrófono: Bunia, Bukavu y Kinsasa- en donde ha habido enfrentamientos y los uruguayos han tenido que entrar con la columna de blindados en el medio de esos enfrentamientos a desalojar…

¿Entre quién? ¿Entre rebeldes ruandeses y ejército del Congo?

Muchas veces entre rebeldes y ejército del Congo, muchas veces entre milicias internas y el ejército del Congo, muchas veces entre un vicepresidente que no quería dejar a sus milicias de lado y las había integrado al ejército pero esas milicias terminaban respondiendo a un doble mando, hasta que surge una crisis, esa crisis explota, y explota en medio de una ciudad, explota en Kinsasa.

Vos describís una situación en Kimua, en la frontera con Ruanda, de una situación de soldados uruguayos rodeados directamente, con la única salida por aire. ¿Cómo es eso?

Es la aldea de los druidas. Es una cosa impresionante, es un campamento en condiciones extremas, un campamento en carpas de lona y piso de tierra en donde la única forma de evacuación si hubiera un conflicto o un problema grave, es por aire. Se pueden evacuar exclusivamente por helicóptero. Cuando se llevan provisiones, las provisiones y el agua entran por helicóptero para el campamento uruguayo. Cuando llega un helicóptero tiene que quedar un helicóptero artillado custodiando el helicóptero de carga que baja. Esas son las condiciones.

¿Pero están rodeados de quiénes?

De por lo menos 700 u 800 –el número es impreciso- guerrilleros del Frente Democrático de Liberación de Ruanda, el FDLR.

No los atacan pero están ahí.

Están ahí rodeándolos. Sabiendo que además los uruguayos, que por convenio, para que Naciones Unidas pudiera entrar en Congo, tiene el convenio con Kabila, con el presidente congoleño.

Y tienen que defender a la sociedad de esos guerrilleros.

De defender a la sociedad y de cuando viene el ejército del Congo a atacar a la guerrilla, a reprimirla, periódicamente cada 15 días, cada 20 días, viene el ejército del Congo, hace una incursión en contra de la guerrilla y se retiran, los que quedan ahí son los uruguayos, y los uruguayos por convenio le brindan asistencia al ejército del Congo. Pero los que terminan quedándose son los uruguayos. Pero es impresionante ver la cintura y ahí la uruguayez de nuevo que tienen los oficiales uruguayos para mantener el respeto y la distancia de esos guerrilleros sin que los guerrilleros terminen atacando a esos poco más de 50 uruguayos que hay, porque si quisieran podrían hacerlo y sin embargo no sucede.

¿Cuánto tiempo estuviste en cada lugar?

Estuve 20 días en Congo y 10 días en Haití.

Patruillaje en Haití (Gentileza Armando Sartorotti).

¿Te trasladaste en qué? ¿En todo lo que traslada al ejército?

Llegué a los lugares en vuelos comerciales y luego en vuelos internos de la ONU. Las distancias son largas, los caminos muy complicados, tanto en Congo como en Haití. Haití está cruzada, justamente, Haití pudo resistir los embates de los ejércitos coloniales gracias a las montañas, gracias al tipo de territorio que tiene, y llegar de un lado a otro es siempre muy complicado.

Según las cifras oficiales de las Fuerzas Armadas los cascos azules de Uruguay son 938 en el Congo, 907 en Haití, 54 en Sinaí. El 3% son mujeres, nada más que el 3%. Hay algunas historias de mujeres que contás y que fotografiaste. Está la cabo Karina González, que además su esposo está en el Sinaí.

Estaba en el Sinaí en el momento en que yo estaba ahí. Cada uno estaba en misión.

Con su hija a cargo quedó la abuela, por más que era una adolescente ya. Y después con toda esa historia, a ver si la entendí bien: la teniente Deborah Lalinde, que está en el Congo en la reconstrucción de la red vial.

Sí, es parte del trabajo social que están haciendo.

Una Teniente joven, de 25 años.

O sea, ese 3% tiene un peso muy impresionante porque en el caso de la teniente Lalinde es una muchacha de 25 años que estaba en un campamento absolutamente rústico, en el medio de la selva, para que tengan una idea, del parque Kahuzi-Biega, que es donde se filmó la película Gorilas en la niebla. Todo lo que vieron ahí en Gorilas en la niebla sobre la selva, es exactamente esa selva en la que estuve y en la que estaba esa teniente en junio del año pasado. Estaba al frente de un grupo de diez suboficiales y soldados operadores de las máquinas, haciendo la caminería, reconstruyendo la caminería en toda esa zona. Y uno se la imaginaba como una estudiante abrazando libros en la puerta de la Universidad. Y sin embargo, tenía la fortaleza y la personalidad como para estar haciendo lo que estaba haciendo y estar hasta alegre por hacer lo que hacía. Muy impresionante.

Según el Centro de Coordinaciones de Operaciones de la Paz del Ejército, el número total de efectivos ha bajado últimamente. Sobre todo, efectivos en el Congo: había 2.000 y ahora son 938. Sobre esta baja en la cantidad de efectivos, y también en la cantidad de postulantes para ir a las misiones de paz, hablamos con el ministro de Defensa, Luis Rosadilla, cuando el ministro estaba en Haití, en el mes de febrero.

Luis Rosadilla: Cuando yo era diputado, cuando trabajé en el Senado, en el período anterior, recibíamos en el despacho preguntas, quejas, en fin, de gente que quería ir a la misión, por qué no iba. Desde hace mucho tiempo que eso no sucede y, por el contrario, escuchamos personas que nos dicen que están cansadas de estar misión o de ir a misión. Cada soldado uruguayo tiene de promedio tres, cuatro participaciones. Y cada oficial más: cuatro o cinco participaciones.

¿Con qué te encontraste allí? ¿Con ganas de volver, de hacer otra misión, que decían “no vuelvo”?

Llegué a encontrar a soldados que tenían siete y ocho misiones. Eso que dice el ministro de cuatro de promedio, tiene razón, hay soldados que tienen siete y ocho misiones. Lo que los soldados me decían es que, primero, a pesar de tener familia estructurada, se habían acostumbrado a las misiones. Otros que dependían de las misiones, de una forma u otra, porque habían armado una estructura de vida que los hacía depender de las misiones; no les pesaba, por lo menos con los que yo hablé. Y otros que me decían que llegaban a Uruguay y extrañaban lo que habían estado haciendo en las misiones y extrañaban a los gurises que habían estado asistiendo y extrañaban las fiestas de cumpleaños en el orfanato tal o en el orfanato cual, que se festejaban una vez por mes para todos los gurises que habían cumplido años ese mes, o que extrañaban el orfanato de niños con polio en el Congo.

Vos narrás y fotografiaste historias donde se tejen cosas mucho más profundas que lo que vemos a veces de que conocen el mate o hablan dos palabras en “uruguayo”.

Sí, totalmente. Yo no llegué a presenciarlo, pero periodistas en los que confío ciegamente porque son amigos del alma, me han contado que en ese mismo orfanato de niños con polio, el día que el oficial se tuvo que ir a despedir -yo no fui con los relevos y ellos sí fueron con los relevos entonces presenciaron esta escena- el oficial que se iba a despedir de los niños los juntó a todos y les dijo que ese era el último día que iba, que él tenía que volver, que tenía su familia, sus hijos; y en el medio de esa historia, el oficial, con su uniforme camuflado y sus galones, se puso a llorar y tuvo que parar de hablar porque no podía seguir. Y los niños se pusieron a llorar y los soldados que estaban rodeando esa situación, en realidad no sabían mucho qué hacer. Cuando un amigo está en una situación de esas, yo voy y lo abrazo. En este caso, queda totalmente desubicado, ¿no? Y cuando uno escucha esas historias, dice: “Claro, acá el vínculo no es solamente…”

Es un orfanato de niños con polio, además.

Con polio. Una enfermedad que, supuestamente, está extinta. En ese lugar, por ejemplo, le pusieron Fito al perro del hogar, porque al oficial que cuando yo fui estaba a cargo, lo apodaban Fito. Y a la mascota del hogar, le pusieron Fito; le habían puesto el apodo del oficial.

Algunos mensajes. “Es un país muy rico el Congo, por tal razón saco la conclusión de que la lucha de etnias es por intereses de riquezas y poder”. Vos contás algo en tu libro.

Totalmente. Es un pretexto. Muchas veces las lucha política, las agrupaciones políticas que se transforman en guerrilleras toman eso como justificativo, en realidad, para la explotación minera con mano de obra esclava o semi esclava, que es lo que realmente sucede. El coltan de los celulares que tanto usamos y cambiamos nosotros viene del Congo. El 80% del coltan del mundo sale del Congo, pero extrañamente es exportado a través de Ruanda, no del Congo. Se saca el mineral, que se saca con mano de obra esclava, del Congo, se lleva a Ruanda, se transforma en tantalio y Motorola, Nokia, todas las grandes empresas, compran el tantalio y eso desvincula a las grandes empresas de la forma que es extraído el mineral. Ellos dicen: “Yo compro tantalio, de dónde sacan la materia prima para fabricarlo con el cual se hacen los chips, no es problema mío”.

Eso, más luchas étnicas no resueltas, que a veces pueden estar incentivadas por esto, pero a veces tienen otras raíces también. Como el genocidio de Ruanda que llevó hacia Ruanda una cantidad de tutsis y hutus, que están allí. “Hace una semana vi en la Intendencia las fotos, llegué muy tarde a donde iba y digo a todos que la vean. Impacta el accidente del camión en Congo. Gracias, dice El Tuerto. Sí, yo también la vi, está en uno de los paneles, uno arranca a leer la historia y dice, “bueno, qué impresionante”, porque es el 2 de julio de 2010, día que se jugó Uruguay-Ghana, que todos los uruguayos recordamos, que para los africanos era la chance, por primera vez, de meterse entre los cuatro mejores del mundo, y ahí se dio una historia increíble, trágica, tremenda.

Sí, porque increíblemente lo que yo les decía de los ingenieros trabajando en toda esa zona, los ingenieros uruguayos con el Ejército uruguayo, con sus maquinarias, habían estado haciendo caminería en toda esa zona. Esa es una zona que se llama Sange, cerca de la ciudad de Uvira, a orillas del lago Tanganica, son todos nombres que nos resultan folclóricos, parecen sacados de un cuento de Tintín. Pero en ese paraje lo que terminó pasando es que habían armado con ladrillos un cine y un gran televisor para ver el partido, a orillas de la ruta principal que cruza el poblado. Pasó un camión con combustible, el camión con combustible vuelca y derrama veinte mil litros de combustible ahí en el lugar, el combustible llega inmediatamente a los hornillos donde se estaban cocinando comidas para vender, se prende fuego el combustible y calcina a 230 personas. Increíblemente todos sabían quién era Uruguay y quién era Ghana en ese lugar, era exclusivamente en ese lugar que podían saber de dónde venían los uruguayos, quiénes eran, cuál era la bandera, qué idioma hablaban. Y de nuevo intervienen los uruguayos en esa historia porque llaman de nuevo a los ingenieros para que traigan las palas mecánicas y hagan una tumba común para enterrar a las 230 personas. Yo digo que al lado nuestro en el ómnibus probablemente esté viajando con nosotros el soldado que tuvo que manejar la pala mecánica que enterró a 230 personas en Congo y nosotros no lo sepamos, y seguramente la familia no lo sepa. Los soldados no cuentan las historias para no preocupar a las familias.

Los soldados uruguayos cuando vuelven no cuentan.

Exacto. No cuentan.

Vos decías que en el Congo pueden decir del día a día, por más que es una tragedia y no hablamos de que no hay dolor en las familias, pero naturalizan estas tremendas tragedias.

Totalmente.

¿Cuál es el rol que tomaste como fotógrafo? ¿Cuál es el objetivo y cuál era el límite? Porque hay unas fotos también con esas tumbas. ¿Cómo te manejaste?

Primero no puedo dejar mi condición primaria de periodista, entonces si yo no me comunico, no entiendo, y si no entiendo no puedo fotografiar. Porque si no es como ir a fotografiar un zoológico, poner la cámara entre la realidad y el ojo y dispararla. Para poder hacer esa exposición y para que no te aburra y para poder contar las historias que conté, tuve que entender, y para entender tuve que comunicarme. Tuve que aprender francés, por ejemplo, para poder conversar con la gente en forma directa antes de levantar mi cámara y sacar la primera foto. En Haití, por ejemplo, yo estoy adentro de los campamentos, adentro de las carpas sacando las fotos, y la gente está actuando absolutamente en forma natural. Los niños siguen haciendo los deberes en medio del barro y la tierra, las madres siguen peinando a sus hijas con una sonrisa en la cara. Y eso lo logré porque entraba a las carpas, entraba a los campamentos, conversaba sin traductor directamente con la gente, ellos me contaban sus historias, de dónde venían, por qué habían llegado ahí, qué pensaban de cuál era su futuro, dónde iban a ir. Y después de eso recién les pedía permiso para sacar las fotos y sacaba mi foto. Ese ejercicio de entender y comunicar, ese ejercicio de ida y vuelta, de decir quién soy, de dónde vengo y qué es lo que estoy haciendo, y escuchar, es lo que me permite después hacer mi trabajo y fotografiar. Todo eso dentro del mismo marco de trabajo, capaz que ético resulta medio pretencioso, pero dentro de marco de trabajo que utilizo para trabajar acá en Uruguay, no tiene por qué ser diferente.

Con tanta abundancia de imágenes dando vueltas y también con imágenes de dolor, de morbo, también dando vueltas, ¿por dónde se puede enfocar? ¿Por este trabajo previo que decís vos de conocimiento, de entender la realidad?

Un picadito en el Congo (Gentileza Armando Sartorotti)

Sí. Yo creo que uno después que tiene todas las imágenes, esas 20 mil imágenes de las que tú hablabas al principio, para quedarme con las 160 imágenes finales yo tengo que ir mirando con un lente fino, con ese lente del que yo te hablaba hoy, y tratando de definir cuál es la conclusión que yo saco de los lugares donde estuve, de la gente con la que estuve. Y no puedo escapar de una mirada positiva. Yo el libro lo termino con un partido de fútbol en el patio de armas del batallón en Goma en donde hay una persona, que es un Teniente que acaba de hacer un gol y está festejando el gol poniéndose la camiseta en la cara, y alrededor se ven todos los blindados. Y el libro termina con esa foto. La sensación que yo tuve es que los soldados van con esa cabeza, con el “vamo’ arriba”, esa cosa del uruguayo: “Vamo’ arriba, vamo’ a sacar esto adelante, vamos a tratar de pasar los seis meses o el año haciendo actividades, teniendo actividades, haciendo cosas, y sin dejar de ser uruguayos”.

Algunos correos para despedirte, Armando, y agradecerte que hayas estado acá: “Buenos días. Mi cuñado está en el Congo y se fue para poder comprarse una casa. Ellos viven en Piedras Blancas y como este barrio cada vez está peor hizo sacrificios para darle una mejor calidad de vida a sus hijos. Yo estoy cuidando a mis dos sobrinos y la ida de Daniel le cambió la vida a nosotros, su familia. Nicolás, que es el hijo mayor, está muy mal y lo demuestra en la escuela. Un saludo. La cosa no es fácil”, dice, “muy bueno el programa”. De esto has hablado vos, de que no es gratis para la historia familiar. Algunos mejor, otros peor.

Y todas esas historias, yo les decía que el soldado se termina convirtiendo en una bolsa de problemas, es como efecto invernadero. Increíblemente no explota esa bolsa porque ellos reciben esos problemas porque los llaman y le dicen: “Mirá que Fulano no quiere ir más al liceo, está triste”, o no sé qué, él no lo puede resolver desde allá, habla con sus hijos por teléfono, pero también está recibiendo los problemas del entorno social en el que está y está recibiendo sus propios problemas. Él está en una vida de cuartel de 24 horas sobre siete días a la semana, que no es la condición que tiene acá en Uruguay. No solo por la familia sino también por el trabajo. El soldado, en general, se considera que está 24 horas trabajando.

“Justo estoy en la Intendencia haciendo trámites. Dejé un ratito para ver las fotos, están impresionantes”. Después pregunta alguien si pudiste ver algo de los abusos cometidos por los soldados que se han denunciado.

Sí, digo, cuando yo me preparé para ir leí todo lo que había, o leí todo lo que pude acceder sobre el tema y sí, ha habido. O sea, han ido 37 mil personas, ¿no? Y de esas 37 mil personas ha habido denuncias. Denuncias en las cuales se han tomado medidas y se han procesado a las personas que correspondía y están pagando la pena que corresponde por eso. Son 37 mil personas, en una población uruguaya sin presiones y sin extraerlos de su vida cotidiana, yo tomo un grupo de 37 mil personas y quiero saber cuántas personas cometieron delito en ese grupo.