¿Cuánto tiempo te llevó este libro?
Puedo decir que “La Puerta de la Misericordia” me llevó cuarenta años o dos años y medio. Cuarenta, preparándola, regando la planta que había aparecido en mi interior, consciente e inconsciente. Dos años y medio tratando de pasar esa planta al papel. En el caso de “El hombre de marzo” apareció en mi interior en el 2001. Fue, desde entonces, mi principal proyecto. El primer tomo lo escribí desde mediados de marzo a la primera semana de setiembre.
¿Cuál fue tu mejor descubrimiento sobre Varela?
Varela fue una personalidad compleja, de múltiples facetas, humanísimo, que encaró la vida con una excepcional avidez.
Superó el peligro de la dispersión, que asedia a todas las personas dotadas simultáneamente para muchas actividades. Y fue a la vez un gran teórico y un gran práctico. O mejor dicho, un gran práctico que supo valorar la orientación que brindan las mejores teorías.
Yo creía que era el reformador de nuestra enseñanza primaria, descubrí que tenía un gran proyecto de país que incluía como estrategia básica la reformulación de toda la educación formal e informal del pueblo.
Estudió mucho sobre él, pero no mientras dirigió la Biblioteca Nacional, sino antes. De hecho, la época de la biblioteca fue, junto al ejercicio de la abogacía, de las que más tiempo literario le robaron.
¿Se puede ser buen escritor sin serlo a tiempo completo?
Sí, casi todos los escritores uruguayos relevantes no lo han sido a tiempo completo, sea en una mayor parte de su vida, sea durante toda su existencia.
Varela fue, según De Mattos, un enemigo del pensamiento único. Y en sus textos se muestra su capacidad de "evolución" frente a determinados temas. Los primeros textos dejaban ver sus ideas machistas o racistas, pero los posteriores dieron cuenta de su aprendizaje.
En "El hombre de marzo" aparece despegado de la imagen del que "apoyó a la dictadura de Latorre". Y se muestra al Varela que creyó que habría elecciones y que Latorre enderezaría al país.
¿Cuándo empezaste a sentirte escritor escritor?
Con la inusitada recepción que tuvo “¡Bernabé, Bernabé!”.
¿Soñaste con vivir de los libros que publicabas?
Soñé, a partir de “¡Bernabé, Bernabé! Creo que no ha pasado ni pasará, por dos razones: las dificultades insuperables que he tenido para penetrar real, significativamente, en los mercados decisivos y la indisponibilidad de tiempo para alcanzar una continuidad casi anual de temas que interesen al gran público.
Aclaro que yo no me he caracterizado por elegir mis obras por su posible repercusión pública.
¿Cuál es la satisfacción/el orgullo más grande que te ha dado la vida de escritor?
No me gusta considerarme un profesional de la literatura, no porque no quisiera haberlo sido, sino porque no pude serlo. Si bien la literatura es la actividad que más me apasiona, dedicarme a ella por entero, o como oficio principal al que pudiera dedicarle la mayoría de las horas de cada día, no fue mi destino, hasta mediados de marzo de este año.
Esa dedicación primordial, no la refiero únicamente a la escritura, sino también a la lectura. Yo le he creído y le creo a pie juntillas a Borges cuando nos ha dicho, más de una vez, que se ha enorgullecido igual o más por sus lecturas que por sus obras. Es ideal que la sabiduría de la escritura esté acompañada por la de la lectura.
“La Puerta de la Misericordia” es, en mi vida, la actividad que más me satisface, satisfacción es una palabra más apropiada que la de orgullo, porque representa tanto lo escrito, como lo previamente leído.
¿Cuáles son los temas que aparecen recurrentemente? Esos que se repiten u obsesionan, o “inspiran”...
El tema central de las historias que me ha gustado explorar es la incidencia de los propios actos en la determinación del destino personal y en la construcción de su persona. La cuestión de ser “padre de sí mismo”, sin soslayar las influencias del entorno próximo, sea el físico o sea el cultural: las personas con las que convivimos o las que leemos con frecuencia.
Las historias que he contado pueden siempre ser vistas como proceso de autoconstrucción o autodestrucción de los protagonistas y de los personajes secundarios.
¿Cómo es tu rutina para escribir? Horarios, costumbres, requisitos domésticos…
No tengo una rutina específica, sí algunas tretas. Por ejemplo, no agotar la escena que estoy escribiendo. Abandonar la computadora teniendo claro el rumbo de lo que sigue. Aprovechar todo tiempo disponible.
Escuché en una entrevista que sientes que tienes postergada a tu esposa. ¿Requiere mucha soledad la escritura?
Escribir es un viaje, un ensimismamiento, una forma grave de ausencia. Si no te quedás en soledad con tus personajes, no los oís, no los comprendés o. mejor dicho, no te causan la necesaria perplejidad.
También dijiste que tenés postergada la lectura. ¿Qué querés leer?
Quiero leer y releer. Mucha producción nacional que la tengo disponible en mi casa. Releer a Dostoievski (cuya vida es otro proyecto de novela que está creciendo en mí); leer para ponerme al día, en lo nacional y en lo internacional.
¿Vivís la escritura como vicio nocturno o como un oficio?
No creo que la viva ni como vicio ni como oficio: la vivo como pasión y desahogo.