Julio, ¿cómo lleva hoy la actividad de empresario? ¿Está yendo? ¿No está yendo? ¿Supervisa? ¿Cómo es el día a día de actividad en general?
Ni voy, ni vengo, ni superviso, ni nada, me consultan en algún momento determinado y ahí estoy al firme. Y de repente aparezco en mi oficina, la cual es medio caótica, porque hay de todo adentro.
Ah, la oficina quedó.
Por algo soy quien soy, obviamente. La oficina no desapareció, la que manda en la compañía en este momento es mi hija Claudia, que es la menor. Y nos manda, nos manda, formalmente.
¿Cuántos años de CITA?
Treinta años.
¿Cuándo fue que dejó de ir a diario?
Hace dos años.
¿Y cómo es la sensación? ¿Una especie de jubilación?
No porque siempre estoy, siempre estoy. Y me resulta, esto de estar en stand by, es agradable, es muy lindo. Voy a las reuniones de la inter-cameral, o sea, cuando se reúnen todas las cámaras, lo cual les trae bastantes preocupaciones a veces. Estoy en el Consejo Tripartito de Salarios.
La actividad continúa.
Por supuesto.
¿Y hay una idea de en algún momento cortar? ¿O es imposible con usted?
No, no, no. Cortaré cuando esté en el Cementerio Central. No da para eso, no puede ser. Ningún hombre o mujer que tiene actividad intensa puede dejar, de un día para otro, y cruzarse de brazos. Imposible. Y si lo hace, se cruza tan de brazos que lo ponen en alguna caja de madera.
Después de tantos años, décadas de empresario, trabajar con periodistas, ¿cuál es su relación el dinero hoy en día? ¿Qué importancia le da?
Es mucho mejor ser rico y sano que pobre y enfermo, ¿no? Creo que para todos. La importancia que uno le puede dar es que el dinero le permite a uno vivir con comodidad después de un largo periodo de trabajo. Muchos años, y muchos años de acopio, o sea, muchos años de jugarse. Porque el tema no está en que uno tenga dinero. ¿Cuánto necesito uno para vivir? No sé, no tengo idea, porque hago las cosas que quiero hacer.
Le da para disfrutar lo que quiere disfrutar.
Absolutamente.
¿Cuándo hizo o dónde hizo dinero? ¿Como empresario en CITA hizo mucho dinero? Esa es la idea que tenemos.
Yo ingresé a CITA firmando un cheque por 1.200.000 dólares en el año 1980. Una absoluta y tremenda fortuna. En ese momento yo era un pobre rico, que era importantísimo, era fantástico. El día que firmé ese cheque, pasé de ser un rico pobre. Y me llevó veinte años, veinticinco años, en un trabajo intenso, para poder recuperar una compañía que estaba fundida.
Sí, usted dijo en una nota hace dos años, en El Empresario de El País, que se sentía Superman en ese momento. ¿Por qué?
Claro, veía que todo lo que yo hacía era fantástico. Superman… Más bien Midas, tocaba y las cosas funcionaban, andaban bien. Y ahí me creí Superman, y quedé hecho un trapo.
Entró a CITA y no era como pensaba, era mucho más difícil.
Cómo será, que cuando entré a CITA yo fui como vestía en ese momento, con un traje impecable y unos zapatos italianos estupendos. Los usé por última vez ese día por la mugre y la grasa que había cuando entré. Al otro día fui de botas a la compañía, para empezar, para dar idea. Y eso nos ha costado mucho. Fundamentalmente cambiar el estilo, cambiar la alegría a pertenecer a un lugar, y creo que en este momento los 250 y tantos empleados que tenemos en la compañía se sienten orgullosos de trabajar en mi compañía.
¿Qué flota tiene hoy en día?
Sesenta y seis ómnibus.
¿La idea es que ahí está bien?
No, no, estamos en la cantidad que necesitamos.
¿Qué relación tiene con los empleados o ha tenido en estos años?
Muy buena, divina. Algunos los quiero como si fueran hijos, y otros los considero como si fueran padres. Algo así. Porque seguimos reuniendo a los empleados que se jubilan, los seguimos reuniendo todos los años. Ellos se van y tienen que venir el 19 de junio, tienen que estar en la compañía, de cualquier manera. Y a fin de año ni que hablar, porque los fin de año nosotros nos reunimos en Casupá, en San José, Florida y en Montevideo. Una reunión de todos los empleados que están directamente de esa línea, o en ese trabajo.
¿Y usted va?
Por supuesto. Y allí van los agencieros, va todo el mundo. Ahora últimamente se está haciendo más interesante porque hay algunos que llevan los nietos, es algo divino, fantástico.
¿Qué relación tiene con los sindicatos? ¿Con la gente del PIT-CNT? ¿Cómo se llevan esos encuentros que a veces son “encontronazos”?
No, no, no he tenido encontronazos. Utilizo muy frecuentemente una de las expresiones que en algún momento determinado usó Castillo con nosotros, divino tipo: “Y si no les gusta, dos platos”.
Juan Castillo usó esa frase.
Sí. Y además se dirige a nosotros: “Si no les gusta, dos platos”, y se acabó. Bueno, yo también uso la misma. La UNOTT, que es la parte del PIT-CNT que corresponde al transporte, tiene gente excepcional. ¿Escuchó bien?
Sí.
Excepcional. O sea, son sindicalistas en serio. Analizamos, resolvemos y cuando se resuelve, se resuelve. No hay vuelta. De ahí el motivo por el cual el último acuerdo que tuvimos con la UNOTT, el transporte, fue de cinco años.
¿Colorado sigue siendo?
Colorado pachequista. Incambiado absolutamente. Y si no les gusta, dos.
¿Pero hay una línea pachequista hoy?
La 321 sigue con los lineamientos porque el que la dirige es Alberto Iglesias. Lamentablemente en estas últimas elecciones no llegó a reunir la cantidad suficiente como para salir senador, más allá de que tuvo una buena votación, más de 40.000 votos.
Los colorados retrocedieron muchísimo en Canelones, su departamento. Están terceros cómodos, se puede decir, después de dos elecciones.
Cómodos no, pegando. Lamentablemente sí.
¿Tiene alguna razón?
La hay sí: la participación de la gente. Cuando el dirigente político olvida a la gente, o sea que no la hace participar activamente de sus quehaceres o intereses o sus angustias o desvelos, evidentemente que pierde el contacto y ahí termina la cosa.
¿Qué se perdieron los canarios por no tenerlo a usted de intendente?
¡Ah! Perdieron muchísimo. Yo hubiera sido un gran intendente.
¿Tenía muchas ganas en serio o era un momento de la política en el que lo pusieron ahí porque era una figura conocida?
A mí me faltó, en mi vida, ser intendente de Canelones. Fui diputado, estuve en la diputación y demás…
Es lo que le quedó pendiente.
Quedó pendiente para siempre, porque yo dejé eso ya en un costado. Y bueno, lamentablemente se lo perdieron. Hablo en serio, se lo perdieron porque yo hubiera transformado a Canelones en el gran departamento que realmente es.
¿Con Marcos Carámbula cómo se lleva?
Magnífico, porque es un amigo de toda la vida. Jugaba al básquetbol en el cuadro que jugaba yo, o sea, en el cuadro de Costa Azul. Él era de Costa Azul. Así que no nos hemos olvidado de nuestras relaciones. Y cuando hay algún error, hablo con él. Y cuando hay un acierto, que son varios, lo hablo con él. Tengo pendiente algo. Porque él tiene que cumplir con algo. Yo le pedí que en la salida del Prado de Canelones, que tiene una entrada preciosa y en el medio, un jardín, y al final, un torpedo. Ahí en ese torpedo, le pedí yo que hiciera un monumento a tamaño real, metro setenta, y que pusiera abajo “El Frente Amplio agradecido”.
¿Y a quién es ese monumento?
A Tabaré Hackenbruch.
Risas
Que el Frente Amplio le haga un monumento a un colorado…
Claro, porque tiene que agradecerle. Porque por lo que hizo en los últimos dos mandatos que hizo, desgraciadamente quedamos así como quedamos.
Usted tuvo muy buena relación con el Frente Amplio también a nivel gobierno, con el primer gobierno, con Tabaré Vázquez.
No, no, no, perdón, perdón. Yo no tuve una buena relación con el Frente Amplio, tuve una buena relación siempre con Tabaré porque lo conozco de la época que era presidente de Progreso. Cuando Peñarol iba a jugar a la cancha de Progreso.
Pero la mantuvo.
Por supuesto, la mantuvimos y la multiplicamos. Me está debiendo algo. Él me pidió para ir a Estadio Uno y no ha ido todavía.
¿Pero relación de hablarse tenían cuando era Presidente?
¿Cómo no?
Si era necesario, ¿llamaba?
Sí, sin ningún problema. Además se resolvió problemas en que yo acompañé a gente del transporte, por ejemplo, lo resolvió sentado en el living que él tenía en la residencia de Suárez, con el teléfono al lado. Cosa lindo, eso es muy lindo.
¿Alguna vez se cuestionó tener esa muy buena relación siendo un pachequista con la gente de izquierda?
¿Qué tiene que ver? Pacheco Areco, cuando Vázquez fue intendente y le fue a pedir apoyo, porque teníamos muchos ediles en Montevideo, le dio el apoyo.
Veinte años atrás, usted ya metido en la política, pachequista, ¿imaginó que un tupamaro podía ser presidente del Uruguay?
No, no, jamás, jamás. Pero se lo ganaron en buena ley. Lo votó el pueblo.
Y no lo sufrió.
No, no lo he sufrido para nada. Porque hay una cosa importante que es la siguiente: si los empresarios todos cumplimos con todas las obligaciones que tenemos, que venga quien sea a gobernar, menos alguien de facto. No, eso no. Democráticamente que venga el que sea. Esto es el mensaje que yo puedo enviarle a todos los empresarios, del más pequeño, empresario unipersonal, hasta el que tenga la empresa más grande del país. Si cumplimos con todo, no va a haber problema. Y cómo será que no hay problema que hemos tenido cifras astronómicas en la Dirección General Impositiva últimamente, en el Banco de Previsión Social. Más imposible. Quiere decir que si cumplimos todos, pagamos menos, vivimos mejor, y a otra cosa. Es una coyuntura muy especial, porque vive el país un momento muy especial. Ha sido tan inteligente la acción de orden económica que la última crisis, que fue mundial, no la sentimos. Fue algún coletazo, alguna cosa. Tal vez los exportadores sintieron mucho más que la tarea interna del país.
¿Pero eso se debe a la buena gestión también?
Claro. Sin duda. Todas las cosas han ayudado. Porque alguien va a decir en algún momento determinado, y esto es muy importante subrayarlo, que Jorge Batlle fue un gran Presidente de la República. Vamos a empezar diciendo que estoy peleado con él. Porque él tiene un carácter que… ¡Qué carácter terrible que tiene Jorge, qué cosa bárbara! Pero fue un gran presidente. Porque fue un gran relajo que teníamos en el mundo y particularmente en nuestro país en ese momento. Y el cambió todo.
El tiempo dirá qué hizo Batlle para poder aguantar el cimbronazo de un momento espantoso para nuestro país.
Estadio Uno tiene una impronta que uno casi la puede colocar en el año 75.
Sigue siendo el mismo.
¿Hay una intención de que siga siendo el mismo?
Le hago una pregunta: ¿Qué cambiaría usted?
No, pero hay mucha más imagen hoy en día…
Imagen yo no puedo tener porque está todo vendido. Somos la última escoria de este país en cuanto a posibilidades. Y yo no por conseguir imágenes voy a transar en nada, en absoluto.
La pelea con Casal también lleva como veinte años, desde Italia 90 por lo menos.
Tengo un programa histórico. Él fue a Estadio Uno él en su momento.
¿Que fue a fines de los 80’, principios de los 90’?
Los 90’.
¿Lo ha visto de nuevo alguna vez?
Sí, cómo no. Discrepamos y seguimos discrepando, porque el fútbol uruguayo está muerto de hambre. Cobramos 19 millones, 18 millones de dólares, que no sirven para nada, porque ¿cuánto le van a llegar a los clubes? Doscientos mil dólares…
Trescientos y pico.
Trescientos y pico dice usted, pero cuando haga las cuentas finales no, va a haber que no le da. Es medio mes de Nacional y de Peñarol.
Es un enfrentamiento muy popular. ¿Usted en estos veinte años charló alguna vez con Casal?
No, no, él no me saluda. ¡Yo estoy preocupadísimo porque no me saluda! Y los esbirros que tiene tampoco me saludan. Salvo uno que no solo me saluda sino que vamos a almorzar juntos, porque es un tipo excepción. No voy a decir quién es, porque no viene al caso.
Porque se le puede armar lío.
No, a él no se le puede armar lío porque es un tipo de gran personalidad. Pero los demás… Parecería como que dijeran “vamos a ponerle cara fea a este estúpido porque no se lleva bien con el dueño del circo”. Una estupidez.
¿No lo agotó la dinámica del enfrentamiento con él? Porque muchos se cansaron y se bajaron.
No, se bajaron los pantalones, que es peor. Hicieron sexo oral, por Dios.
En los episodios de su vida hay uno que está muy marcado, en mayo del año 2000, cuando sufrió un atentado, con dos tiros en su camioneta. ¿Lo quisieron matar, lo quisieron asustar?
No sé, no sé lo que quisieron hacer, pero si me querían matar me podían matar perfectamente. Fue una intimidación que en el quehacer real era más deportivo que político. Pero nunca pudimos comprobarlo.
¿De dónde venía, no sospechó…?
No, no sospecho. Los impactos quedaron en la camioneta como corresponde. Yo quise conservarla pero no me dejaron.
¿Pero en ese momento se asustó, pensó sacar el pie del acelerador?
¡¿Cómo?! Fue como un incentivo para estar atento a más cosas, a ver qué pasaba. No porque uno fuera distraído o no tomara decisiones, no, en absoluto…
¿Se arrepiente de algo? ¿De algunos de los caminos que tomó en algunas actividades que hizo?
Hubiera repetido todo exactamente igual como lo he hecho hasta ahora. Me siento muy feliz de lo que he hecho y de lo que he estoy por hacer todavía.
¿Qué lo divierte? ¿Qué lo conmueve? ¿Qué lo hace emocionar?
¿Qué me hace emocionar? Ver jugar bien al fútbol.
¿Todavía eso?
Sí. Me emociona ver jugar bien al fútbol. Realmente es algo como mágico. Ver jugar bien al básquetbol. Me gusta mucho, mucho. Y el fútbol, además, es algo estupendo, porque el más pequeño le puede ganar al más grande. Todo está en que se convierta el gol o no, o en que haya un palo que evite un penal.